Martes 20 de noviembre de 2018 – Quiero estar contigo.

H. Rubén Tornero, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento que me regalas para poder estar contigo. Tú bien sabes todo lo que he tenido que pasar para poder estar aquí, en tu presencia. Aumenta mi fe. Dame la gracia de tener una fe que sea capaz de iluminar y guiar toda mi vida, incluso los momentos más difíciles. Aumenta mi confianza. Que sea siempre consciente de que tu amor y tu misericordia me seguirán donde quiera que vaya. Aumenta mi amor. Dame la gracia de aprender a levantar mi mirada a tu amor. Hazme experimentar tu amor, de manera que sea un reflejo de tu amor para los demás.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, Jesús entró a Jericó y al ir atravesando la ciudad. Sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús, pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa».
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: «Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido».

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muy estimada alma:
Has leído que le dije a Zaqueo que aquel día, era necesario que yo me quedara en su casa… Y hoy quiero pedirte lo mismo: quiero estar contigo.

Quiero entrar a tu casa, a tu corazón. Deseo ardientemente poder estar contigo. No te preocupes si crees que no eres digno… No quiero estar contigo porque lo merezcas, sino porque sé que lo necesitas.

Quieres ser feliz… ¡Yo también quiero que seas feliz!, ¡para eso te creé! Para ser felices juntos, para darte todo mi amor y jamás separarme de tu lado. Sé que deseas con todas tus fuerzas tu felicidad; que tu sed de plenitud, de amor verdadero, es infinita y sólo Yo puedo saciarla… ¡Y quiero hacerlo!, ¿me lo permites?

Quiero estar contigo y hacer de tu corazón mi hogar. No necesito que sea perfecto, que no tenga defectos… No quiero un corazón perfecto…¡Quiero tu corazón así como es!

Anhelo sanarte, hacerte feliz y mostrarte que eres lo mejor que pude haber creado. No importa lo mucho que te sientas indigno. ¡Eres la persona más importante para mí, y te amo tanto que, si fuera necesario, no sólo volvería a morir por ti, sino que vencería a la muerte de nuevo solamente para estar contigo!

Hoy quiero entrar en tu corazón y, si tú lo quieres, no irme de él jamás … ¿Te gustaría dejarme entrar?

Att. Jesús.

«Aunque tus pecados fueran como escarlata, se volverán blancos como la nieve. Si fueran rojos como púrpura, se volverán como lana. El Señor da confianza, como el padre da confianza al hijo adolescente. Muchas veces el Señor nos llama así, cuando Jesús dice: “¡Tú, Zaqueo, baja! Baja, ven conmigo, vamos a comer juntos!”. Zaqueo llama a toda la cordada de sus amigos —¡que no eran precisamente de Acción Católica!— pero llama a todos y escuchan al Señor. Precisamente con ese gesto de confianza el Señor se acerca al perdón y cambia el corazón.»
(Homilía de S.S. Francisco, 27 de febrero de 2018, en santa Marta).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy intentaré buscaré recibir a Jesús en mi vida por medio de la comunión sacramental o espiritual.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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