Martes 24 de marzo del 2020 – ¡Toma tu camilla y anda!

H. Juan Pablo García Hincapié, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, aquí estoy delante de Ti. Estoy en tu presencia y solo tu amor y tu compasión por mí puede curarme de mi enfermedad. Toma lo que soy y lo que tengo y transfórmalo para que todo lo que hay en mi corazón sea tomado y curado por Ti. Oh mi buen Jesús, sácame del pecado que no me deja caminar hacia a Ti. Ayúdame y cúrame de mi pecado.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 5, 1-16
En un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo las cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban la agitación del agua. Porque el ángel del Señor descendía de vez en cuando a la piscina, agitaba el agua y,  el primero que entraba en la piscina, después de que el agua se agitaba, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Al verlo ahí tendido, y sabiendo que llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: «¿Quieres curarte?» Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya  otro ha bajado antes que yo». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda».  Y al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.
Aquel día era sábado, por eso los judíos le dijeron al que  había sido curado: «No te es lícito cargar tu camilla». Pero él contestó: «El que me curó me dijo: «Toma tu camilla y anda». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te dijo: «Toma tu camilla y anda?». Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: «Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor». Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Estas son las palabras dirigidas por el Maestro al paralítico; es Jesús quien sale al encuentro de esta persona. Al mismo tiempo dice el Evangelio que el hombre llevaba ya treinta y ocho años enfermo. Jesús conoce bien su situación y anhela que esta persona sea curada. Muchas veces es Cristo quien pasa y, con su gracia, quiere sacarnos de nuestro pecado. Podemos recordar la experiencia cuando hemos visitado alguien en un hospital y vemos al enfermo en su cama, esto nos puede ayudar a comprender lo que realmente necesitamos que es ser sacados de nuestra condición por el sufrimiento de no poder encontrar la cura a nuestra enfermedad. Por eso es por lo que Cristo no es indiferente a este dolor del paralítico, sino que sabe su necesidad tanto física como espiritual. Jesús va al encuentro de este enfermo y lo cura.

Pongamos en manos de Cristo aquello que no nos deja acercarnos a Él, nuestras miserias, pecados y omisiones para que Él repita de nuevo en nuestra vida, ¡Toma tu camilla y anda!

«Jesús va a buscar a las personas descartadas, las que ya no tienen esperanza. Como ese hombre paralítico durante treinta y ocho años, postrado cerca de la piscina de Betesda, esperando en vano que alguien lo ayude a bajar al agua. Esta compasión no ha surgido en un momento concreto de la historia de la salvación, no, siempre ha estado en Dios, impresa en su corazón de Padre. Pensemos a la historia de la vocación de Moisés, por ejemplo, cuando Dios le habla desde la zarza ardiente y le dice: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas […]; conozco sus sufrimientos”. Ahí está la compasión del Padre.»
(Homilía de S.S. Francisco, 5 de octubre de 2019).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Dialogar con Cristo acerca de la necesidad que tengo de ser curado.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Visitaré o hablaré con alguien necesitado.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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