nuestro Templo

Martes 24 de noviembre de 2020 – El templo vivo.

H. Juan Pablo García Hincapié, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, abre mi corazón y mi alma para poder unirme con amor a Ti y, con todo mi corazón, poder escucharte con mucho más amor en esta oración. Te pido que toda mi fe esté puesta en Ti.  Y aunque haya momentos difíciles, pruebas e inconformidades, pueda abandonarme solo en tu Corazón y esperar todo el bien que solo de Ti puedo recibir. Que mi corazón espere solo en Ti y que toda mi unión contigo me haga esperar lo que Tú me prometes.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 5-11

En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que la adornaban, Jesús dijo: «Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando: todo será destruido».

Entonces le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?».

Él les respondió: «Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin».

Luego les dijo: «Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles».

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy el Evangelio que contemplamos nos habla de señales futuras, de algo más que vendrá y que no sabemos cómo pueda acontecer. Jesús se está refiriendo a la destrucción del Templo. Cristo, por medio de su muerte y su resurrección, nos está demostrando que Él es el Templo. Él no es Templo ya edificado por manos de hombre sino un Templo Vivo. El Templo de Jerusalén siempre fue la señal de la presencia de Dios con el pueblo de Israel. Cuando el pueblo escogido perdió el Templo durante el exilio, significó que ya no tenían dónde adorar a Dios.

En el pasaje evangélico, Jesucristo nos da con su muerte y su resurrección esa seguridad de que Él es el nuevo Templo. Jesús nos recuerda que con Él todo lo podemos y de Él todo lo esperamos, incluso aquello que no sabemos cómo va a suceder porque Él es la seguridad de nuestra vida.

Pongamos en manos del Señor todo lo que esperamos y que por nuestras limitaciones no sabemos cómo pasará pero que con Él estamos seguros, porque nuestra vida está construida no solo a base de manos humanas, sino que es Cristo nuestra Fortaleza y nuestro Templo Vivo y Santo. Habitemos y fundamentemos toda nuestra vida en Él.

 

 

«¿Por qué estas palabras hacia una institución tan sagrada, que no era sólo un edificio, sino un signo religioso único, una casa para Dios y para el pueblo creyente? ¿Por qué profetizar que la sólida certeza del pueblo de Dios se derrumbaría? ¿Por qué el Señor deja al final que se desmoronen las certezas, cuando el mundo las necesita cada vez más? Busquemos respuestas en las palabras de Jesús. Él nos dice hoy que casi todo pasará. Casi todo, pero no todo. En este penúltimo domingo del Tiempo Ordinario, Él explica que lo que se derrumba, lo que pasa son las cosas penúltimas, no las últimas: el templo, no Dios; los reinos y los asuntos de la humanidad, no el hombre. Pasan las cosas penúltimas, que a menudo parecen definitivas, pero no lo son. Son realidades grandiosas, como nuestros templos, y espantosas, como terremotos, signos en el cielo y guerras en la tierra. A nosotros nos parecen hechos de primera página, pero el Señor los pone en segunda página. En la primera queda lo que no pasará jamás: el Dios vivo, infinitamente más grande que cada templo que le construimos, y el hombre, nuestro prójimo, que vale más que todas las crónicas del mundo.»

(Homilía de S.S. Francisco, 17 de noviembre de 2019).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor abre mi corazón para aguardar siempre con esperanza cada una de las gracias y de los dones que me quieras regalar. Que sea tu gracia la que habite en mí para que transmita la experiencia que he tenido de Ti durante esta oración. Dame tu gracia, Señor, que eso me basta.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Visitar al Santísimo para poner en manos del Señor todas mis esperanzas.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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