Meditacion 25 ene 22

Martes 25 de enero de 2022 – «Posee la fe en Cristo»

Edgar Maldonado, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, creo en ti; creo que soy obra tuya. Quiero que los demás noten que te amo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 16, 15-18
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es muy típico dar pie a la tarea evagelizadora como parte de nuestra condición de bautizados, cristianos convencidos de su fe dispuestos a testimoniar con la propia vida la existencia real y personal del Padre. Aunque se trata de un pasaje breve, Marcos nos presenta una lista breve de los frutos de la fe del misionero, dotes de grandes oradores, dones de sanación, exorcismos, etc. Sin embargo, queda la pregunta sobre la actualidad de los signos acompañantes de la fe en nuestro Señor.

Aprovechemos esta ocasión para reflexionar no tanto del misionero y de la cualidad de su fe en Cristo, sino más bien, tomemos este espacio para considerar a los oyentes de la predicación misionera. Por el bautismo todos somos misioneros y misionados. Predicamos y nos predican. Evangelizamos y somos evangelizados. Nos han transmitido la fe, pero cabe preguntarnos si nuestra salvación ya está garantizada. ¿El simple hecho de creer me salva sin necesidad de hacer nada más? Ese es el pensamiento protestante. Por eso, que tal si nos preguntamos esto, ¿mi fe en Cristo me ha sanado ya? Pongámoslo de esta manera, la fe que profesamos no puede estar al margen de los demás ámbitos de nuestras vidas. La fe o es esencial y modela nuestros pensamientos palabras y obras o no lo es.

«He aquí, por lo tanto, las dos realidades contrapuestas: por una parte, los que tienen doctrina o saben las cosas, y por otra los que tienen fe. Con una certeza: la fe conduce siempre al testimonio. La fe es un encuentro con Jesucristo, con Dios. Y este encuentro conduce al testimonio, como destaca el apóstol Santiago en su carta, y remarca que una fe sin obras, una fe que no te implica y no te lleva al testimonio, no es fe. Son palabras. Y nada más que palabras». (S.S. Francisco, Homilía del 21 de febrero de 2014).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor, Tú sabes que no hay nada nuevo bajo el sol. Sabes cuáles dificultades enfrento para integrar mi fe en ti de lunes a domingo, 24/7, los 365 días del año. A pesar de haber cosas que no entiendo del todo; a pesar del hecho de toparme con más preguntas cada vez que por fin logro dar respuesta a una sola de mis interrogantes, no me canso, no me doy por vencido. Busco tu rostro, y seguiré buscando hasta encontrarte. Deseo unidad en mi vida, quiero vivir una sola vida para ti, basta de ser cristiano solo de domingo. Quiero darte mayor protagonismo, sé Tú el centro de mi vida.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Tómate un momento de frente a un crucifijo, si es posible delante del sagrario. Busca el lugar que más te ayuda a relacionarte con el Señor, tu habitación, el campo, el salón de clases, la oficina. Ponte cómodo (a) y hagamos el siguiente ejercicio:

Escribe una cosa que no entiendas sobre tu fe, un aspecto de tu vida que necesita ser evangelizado, un motivo para tener fe.

Platícalo con tu guía espiritual. Si no tienes un guía espiritual, manos a la obra: busca uno.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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