Martes 28 de abril de 2020 – Alimento de vida eterna.

H. Juan Diego Ballesteros, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor mío, Tú sabes que creo en Ti, pero igualmente sabes cuánto necesito de tu gracia para ser un verdadero hombre de fe; por ello, Señor, aumenta mi fe. En Ti he puesto mi confianza, sabiendo que sin Ti nada puedo, pero contigo todo es posible, aumenta mi confianza. Te amo, amado de mi alma, Tú sabes cuánto deseo y anhelo amarte, concédeme tu amor y tu gracia para incrementar mi amor a Ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 30-35
En aquel tiempo, la gente le pregunto a Jesús: «¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo«.

Jesús les respondió: «Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo».

Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed».
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El hambre y la sed espiritual son muchísimo más potentes y profundas que el hambre y la sed corporal en el hombre. Son un hambre y una sed intensa de justicia, como nuestro Señor nos dice en la cuarta bienaventuranza, la justicia de dar a cada quien lo que le corresponde, en donde el hombre, por más pecador que sea, tiende a Dios, puesto que todo cuanto es, a Él le corresponde.

La única fuente capaz de satisfacer y saciar esta íntima necesidad del espíritu humano es la Eucaristía, es a través de la comunión del Sagrado Cuerpo y de la Preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo, puesto que es en la celebración de este santo misterio donde el hombre se ofrece, juntamente con las ofrendas de la patena y del cáliz, por manos del sacerdote, como sacrificio agradable al Padre Celestial; donde el hombre, al igual que las ofrendas eucarísticas, por la gracia de Dios y la acción del Espíritu Santo, es transfigurado en hijo en el Hijo, Jesucristo, Primogénito del Padre.

Es con tanta razón que nuestro Redentor nos dice en este santo Evangelio: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí nunca tendrá sed».

«Es lo único que el Señor nos pide: venid. Nos invita a ponernos en marcha, en movimiento, en salida. Nos exhorta a caminar hacia Él para hacernos partícipes de su misma vida y de su misma misión. “Venid”, nos dice el Señor: un venir que no significa solamente trasladarse de un lugar a otro sino la capacidad de dejarnos mover, transformar por su Palabra en nuestras opciones, sentimientos, prioridades para aventurarnos a cumplir sus mismos gestos y hablar con su mismo lenguaje, “el lenguaje del pan que dice ternura, compañerismo, entrega generosa a los demás”, amor concreto y palpable porque es cotidiano y real.  En cada eucaristía, el Señor se parte y reparte y nos invita también a nosotros a partirnos y repartirnos con Él y ser parte de ese milagro multiplicador que quiere llegar y tocar todos los rincones de esta ciudad, de este país, de esta tierra con un poco de ternura y compasión.»
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de mayo de 2019).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Dulce Jesús eucarístico, sabes cuán grande es mi necesidad de Ti en esto momentos de separación a causa de la crisis sanitaria en que, como humanidad, estamos pasando. Creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno totalmente a Ti. ¡Oh Señor, no permitas que me separe de Ti!

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré una comunión espiritual durante el día.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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