Martes 29 de diciembre de 2020 – ¿Recibes los regalos? ¿Cómo?
H. Sergio Rodríguez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te pido que te hagas presente en mi vida, y de forma especial en este momento de oración. Ayúdame a escuchar tu palabra, a interiorizar tu mensaje y a predicar tus enseñanzas con el ejemplo de mi vida cristiana, para ser así, un fiel colaborador en la extensión de tu reino. Amen.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-35
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, Ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús. para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
«Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos, luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel».
El padre y la Madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la Madre de Jesús, le anunció: «Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Navidad no solo es recuerdo, sino una celebración. Lo único que necesitamos para celebrarla es la presencia del niño Jesús en nuestro corazón, que lo renueva todo. Pensemos en la sonrisa de un niño en los brazos de su madre, he imaginemos o recordemos la experiencia de tomarlo en nuestros brazos y llenarnos de sentimientos de paz, esperanza y alegría.
En el Evangelio podemos ver como Simeón, también se llenó de estos sentimientos al tomar en sus brazos a Jesús, su Mesías, su Salvador. El gozo que Simeón experimentó, más que las sensaciones y sentimientos de ese momento, partía del regalo que Dios mismo le había dado al ser fiel a su promesa.
Navidad es un tiempo lleno de regalos y todos sabemos que para dar un regalo tres elementos son necesarios: la disposición del que da, el regalo y la disposición del que recibe. Si uno de estos elementos falta, no se puede entregar un regalo, o si se entrega, no será un motivo de alegría. Este Evangelio nos presenta como Dios da a Simeón el don de verle antes de su muerte, es decir, vemos a Dios que da, vemos el don de su presencia y vemos a Simeón que lo acoge con un corazón abierto.
A nosotros Dios también nos ha prometido muchas cosas; su redención y nos la dio, su presencia y se quedó en la Eucaristía, su salvación y nos la dará si lo dejamos entrar en nuestra vida. No importa que tan bien o mal estén las cosas, Dios siempre es fiel a sus promesas. Dios está listo para llenar nuestra vida de regalos y bendiciones. La pregunta es ¿Nosotros, estamos listos para recibirlas?
«La admiración es también una reacción explícita del viejo Simeón, que en el Niño Jesús ve con sus ojos la salvación obrada por Dios en nombre de su pueblo: esa salvación que había estado esperando durante años. Y lo mismo ocurre con Ana, que también “alababa a Dios” y hablaba de Jesús a la gente. Es una santa habladora, hablaba bien, hablaba de cosas buenas, no de cosas malas. Decía, anunciaba: una santa que iba de una mujer a otra mostrándoles a Jesús. Estas figuras de creyentes están envueltas en la admiración, porque se dejaron capturar e involucrar por los eventos que estaban sucediendo ante sus ojos. La capacidad de maravillarse ante las cosas que nos rodean favorece la experiencia religiosa y hace fructífero el encuentro con el Señor. Por el contrario, la incapacidad de admirar nos hace indiferentes y amplía la distancia entre el viaje de la fe y la vida cotidiana. ¡Hermanos y hermanas, siempre en movimiento y dejándonos abiertos a la admiración!»
(Ángelus de S.S. Francisco, 2 de febrero de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Gracias Señor por tu presencia y por tu amor en esta navidad. Gracias por todas las bendiciones concedidas a mí y a mi familia a lo largo de este año. Ayúdame a valorar cada vez más estos regalos de tu amor y a aprender a ponerlos en servicio de aquellos que no te conocen o no quieren escuchar tu voz. Quédate en mi vida, quédate conmigo en este día.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Si tienes una imagen del niño Jesús, tómalo en tus brazos, míralo y recuerda por un momento cuales son aquellos dones especiales que Él te concedió a lo largo del año; y si hubo alguno que te quiso dar, y no lo supiste valorar.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.