Mártes 29 de octubre de 2019 – Una fe que fructifica
H. Leonardo Garzón, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, auméntame la fe.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 13, 18-21
En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció y se convirtió en un arbusto grande y los pájaros anidaron en sus ramas”.
Y dijo de nuevo: “¿Con qué podré comparar al Reino de Dios? Con la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Nuestra fe debe ser como el grano de mostaza que, aun siendo pequeño, puede dar grandes frutos. Una persona con una fe que fructifica está cerca de la santidad, o ya la ha alcanzado, porque es capaz de confiar en Dios dejándole actuar en su propia vida.
La fe se fortifica con las cosas pequeñas que hacemos, una visita a una iglesia, un par de minutos de oración, un rosario, etc. Estas acciones pueden hacer la diferencia que nos ayuda a comprender cuál es el lugar de Dios en nuestras vidas. Como el árbol de mostaza que crece, así pasa en la vida de una persona que se deja guiar por Dios en las cosas cotidianas y, al final, termina siendo una persona que comunica la presencia de Dios y hace que la gente que la conoce pueda decir: ¡Qué bien se está contigo!, porque es una persona que irradia a Dios. Una vida de fe bien vivida da gusto verla y estar cerca de ella, pero qué difícil llegar a este nivel en nuestra relación con Dios.
Ante esta problemática, Jesús nos aconseja que tengamos paciencia porque el árbol da sus frutos al tiempo oportuno; confiando en Dios podemos esperar a que Él nos ayude a dar los frutos porque la semilla crece por sí sola, pero necesita de alguien que la cuide y la plante; así es, también en nuestro caso, Dios nos cuida para que podamos dar fruto.
«Parafraseando las palabras del Señor podríamos preguntarnos: ¿A qué es semejante un cristiano en estas tierras? ¿A qué se puede comparar? Es semejante a un poco de levadura que la madre Iglesia quiere mezclar con una gran cantidad de harina, hasta que toda la masa fermente. En efecto, Jesús no nos ha elegido y enviado para que seamos los más numerosos. Nos ha llamado para una misión. Nos ha puesto en la sociedad como esa pequeña cantidad de levadura: la levadura de las bienaventuranzas y el amor fraterno donde todos como cristianos nos podemos encontrar para que su Reino se haga presente. Aquí me viene a la mente el consejo que dio san Francisco a sus frailes, cuando los envió: “Id y predicad el Evangelio: si fuera necesario, también con palabras”. Queridos amigos: esto significa que nuestra misión de bautizados, sacerdotes, consagrados, no está determinada principalmente por el número o la cantidad de espacios que se ocupan, sino por la capacidad que se tiene de generar y suscitar transformación, estupor y compasión; por el modo en el que vivamos como discípulos de Jesús, junto a aquellos con quienes compartimos lo cotidiano, las alegrías, los dolores, los sufrimientos y las esperanzas.»
(Discurso de S.S. Francisco, 31 de marzo de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer un examen de cómo vivo mi fe. ¿Atrae, convence, transforma a los demás?
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.