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Martes 3 de agosto de 2021 – Un encuentro personal

H. Luis Felipe Copete, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, aquí estoy ante tu presencia; te ruego que aumentes mi fe, mi esperanza y mi caridad. Dame, por favor, la gracia de tener un verdadero e íntimo encuentro contigo en este día. Dame la gracia de escuchar tu voz y de hacer tu voluntad. Amén.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-36

En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.

Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: “¡Es un fantasma!” Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”.

Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua”. Jesús le contestó: “Ven”. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”.

Terminada la travesía, llegaron a Genesaret. Apenas lo reconocieron los habitantes de aquel lugar, pregonaron la noticia por toda la región y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron, quedaron curados.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús, siendo Dios, sabía que no necesitaba orar. Sin embargo, Él va y busca un momento para encontrase con su Padre celestial, aquel Padre que le ama tanto; y si Él lo hacía, cuánto más lo necesitamos nosotros. La oración no sólo es un momento para dejar todas las preocupaciones ante el Señor, sino también un momento de encuentro personal con un amigo, un momento para descansar después de un día fatigoso, un momento para hablar con alguien que te conoce, que te comprende, que te escucha y todo porque te ama.

Sigue el ejemplo del verdadero Maestro, aquel que te ha enseñado a rezar al Padre que está en los cielos, busca un momento para estar a solas con Él, y podrás ver cómo tu vida empieza a cambiar.

La oración, la relación con Dios es aquella que ayuda al hombre a confiar cada vez más en Él, para que no nos suceda lo que le pasó a Pedro en el Evangelio de hoy. Lo que hace que una amistad crezca es el tiempo compartido. ¿Quieres pasar tiempo con Dios?, ¿lo ves como a un amigo?

«Esta historia es una invitación a abandonarnos con confianza en Dios en todo momento de nuestra vida, especialmente en el momento de la prueba y la turbación. Cuando sentimos fuerte la duda y el miedo parece que nos hundimos, en los momentos difíciles de la vida, donde todo se vuelve oscuro, no tenemos que avergonzarnos de gritar, como Pedro: “Señor, sálvame!”. Llamar al corazón de Dios, al corazón de Jesús: “¡Señor, sálvame!”. ¡Es una bonita oración! Podemos repetirla muchas veces: “¡Señor, sálvame!”. Y el gesto de Jesús, que enseguida tiende su mano y agarra la de su amigo, debe ser contemplado durante mucho tiempo: Jesús es esto, Jesús hace esto, Jesús es la mano del Padre que nunca nos abandona; la mano fuerte y fiel del Padre, que quiere siempre y solo nuestro bien.»

(Ángelus de S.S. Francisco, 9 de agosto de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor Jesús, aquí estoy ante tu presencia.  Sé que me amas, que me escuchas y que en este momento estás presente en mi vida. Dame, por favor, la gracia de confiar, de creer y amarte cada vez más. Ayúdame para que mi relación contigo y con nuestro Padre celestial crezca y se fortalezca cada vez más. Dame tu gracia, Señor, que eso me basta.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En esta semana buscaré al menos diez minutos cada día para encontrarme con Dios en la oración.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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