Martes 5 de julio – La mies es mucha y los obreros pocos.
Manuel Frutos LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, haz que tu Espíritu ilumine mis acciones y me comunique la fuerza para seguir lo que tu Palabra me revela. Jesús, te pido me ayudes a descubrir con claridad mi misión, para trabajar con amor en tu viña, cumpliendo tu voluntad y siguiendo tus enseñanzas. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 32-38
En aquel tiempo, llevaron ante Jesús a un hombre mudo, que estaba poseído por el demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La multitud, maravillada, decía: «Nunca se había visto nada semejante en Israel». Pero los fariseos decían: «Expulsa a los demonios por autoridad del príncipe de los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús venía haciendo curaciones y milagros por el camino, acompañado de sus discípulos y de una multitud esperanzada, entre quienes también se encontraban aquéllos que lo seguían para criticar o desconocer su obra mesiánica. No obstante, y a pesar de las dificultades, Jesús cumplía su misión y enseñaba en todo momento, con actos concretos, la fidelidad al Padre, el amor al prójimo, lo infinito de su misericordia y, como Maestro que era, también iba creando conciencia de las necesidades de los demás y llamaba a trabajar en la «viña del Señor». Jesús me sigue interpelando hoy a tomar conciencia de quienes me rodean para que abandone el pequeño mundo en el que me encuentro encerrado: el yo egoísta.
«La mies es mucha y los obreros pocos». ¿Cómo interpretar hoy esta frase? ¿Qué sentido tiene para mí? Definitivamente, estas palabras encierran un llamado a comprometerme a «trabajar por el Reino», a mirar a mi alrededor y descubrir esas «multitudes que van como ovejas sin pastor». Desde mi realidad, estoy llamado a descubrir mi misión de acuerdo a mi vocación y a los talentos que el Señor me confió, lo que no puede suceder, es que sea indiferente, individualista, ajeno a las necesidades de las multitudes porque eso es lo que está matando a la humanidad. El papa Francisco nos lo recuerda constantemente, hay que huir de la indiferencia.
¿A qué estoy dispuesto para demostrar mi compromiso cristiano? ¿Qué significa el «sí» que le doy al Señor para trabajar en su viña? No puedo ser indiferente o tibio.
«Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos». Debo recordar también que toda acción debe ser alimentada por la oración y tener presente que cuento con la fuerza del Espíritu Santo para cumplir la misión y seguir los pasos del Maestro si pongo en práctica sus enseñanzas con fidelidad.
Si medito sobre mi compromiso como cristiano comprometido: ¿Qué clase de obrero soy? ¿Cómo estoy en el campo: como simple observador o como obrero eficiente?
(Mensaje para la 52ª. Jornada Mundial de oración por las vocaciones, S.S. Francisco, 26 de abril del 2015).
«La vocación cristiana nace necesariamente dentro de una experiencia de misión. Así, escuchar y seguir la voz de Cristo Buen Pastor, dejándose atraer y conducir por él y consagrando a él la propia vida, significa aceptar que el Espíritu Santo nos introduzca en este dinamismo misionero, suscitando en nosotros el deseo y la determinación gozosa de entregar nuestra vida y gastarla por la causa del Reino de Dios. Entregar la propia vida en esta actitud misionera sólo será posible si somos capaces de salir de nosotros mismos.»
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy me esforzare por ser un obrero eficiente y descubrir esas multitudes que van como ovejas sin pastor que se encuentran a mi alrededor y, de esta forma, seguir los pasos del Maestro realizando algún acto de caridad oculto a estas personas.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.