Martes 8 de septiembre de 2020 – Nuestra misión.
Natividad de la Santísima Virgen María.
H. Jorge Alberto Leaños García, LC.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Madre, sé que tú me escuchas, y por eso puedo hablarte con toda confianza. Sé que no solo pones atención a mis palabras, sino que también me acompañas con amor maternal. En medio de todo lo que suceda, tú estás a mi lado.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 1, 18-23
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Todos nacemos con una misión; esta misión se nos fue dada desde que Dios pensó en nosotros. Por esto, antes de la creación del mundo Dios tenía el deseo y el sueño de darnos la vida para que, por medio de nuestro actuar, tengamos la oportunidad de corresponder a todo el amor que Dios tiene por nosotros.
Hoy recordamos un nacimiento especial. El nacimiento de la creatura más pura, más sencilla, más bondadosa… Hoy recordamos una misión que fue encomendada a una persona única. Ella es el modelo de virtudes, ella es maestra, ella es la que nos da el testimonio más bello de entrega. La misión de esta mujer ha sido y es ser la madre de todo hombre. Así es como María, siendo la más poderosa de las creaturas, al mismo tiempo declaró con la mayor humildad que era la esclava del Señor. María se vuelve la más poderosa, pero este poder y fuerza se alimenta en su incomparable humildad.
Es María la que ha logrado permanecer fiel por encima de toda prueba; Dios había dado una misión a esta mujer, incluso antes de su nacimiento. Además, Dios quiso antes de todos los siglos una madre. María tenía una misión, tener entre sus manos al mismo Dios, pero lo que vio no fue un Dios poderoso sino un Dios necesitado. Un Dios que le pedía comida, un Dios que descansaba entre sus manos.
«José confía totalmente en Dios, obedece las palabras del Ángel y se lleva a María con él. Fue precisamente esta confianza inquebrantable en Dios la que le permitió aceptar una situación humanamente difícil y, en cierto sentido, incomprensible. José entiende, en la fe, que el niño nacido en el seno de María no es su hijo, sino el Hijo de Dios, y él, José, será su guardián, asumiendo plenamente su paternidad terrenal. El ejemplo de este hombre gentil y sabio nos exhorta a levantar la vista, a mirar más allá. Se trata de recuperar la sorprendente lógica de Dios que, lejos de pequeños o grandes cálculos, está hecha de apertura hacia nuevos horizontes, hacia Cristo y Su Palabra. Que la Virgen María y su casto esposo José nos ayuden a escuchar a Jesús que viene, y que pide ser acogido en nuestros planes y elecciones.»
(Ángelus SS Francisco, 22 de diciembre de 2019)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Tomaré más consciencia de mi misión a imitación de María.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.