Martes 9 de junio de 2020 – Ser sal y luz del mundo.
H. Jose Torres, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, te pido que me des la gracia que mi vida sea un fiel reflejo de tu amor y tu misericordia.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Ustedes son la sal de la tierra. Con estas palabras Jesús nos anima a ser valientes en nuestro peregrinar terreno. La sal es ese condimento que realza el sabor de las comidas, también se le usa como medicina, o conservante, en fin, se le puede dar tantos usos, pero lo más importante es que, en el Evangelio, Jesús hace alusión a ella como condimento, que resalta el sabor, y es eso lo que nos propone hoy, que seamos sal en el mundo. Y esa sal es el Evangelio que da sabor a la vida, que se convierte en esperanza. Vale preguntarnos, ¿somos sal en nuestra familia? ¿Llevamos esperanza a nuestro prójimo?
Ustedes son la luz del mundo. Ser luz en medio del mundo es ser un cristiano coherente, que se le reconoce, no tan solo por sus actos externos, sino por su amor al prójimo. Ser luz significa ser portador de la verdadera LUZ, que es Jesucristo, quien ilumina nuestro camino para llegar al cielo. Pero ese camino no es para que vaya yo solo, sino que es un sendero por el que yo puedo empujar a tantas almas y no llegar solo, sino rodeado de aquellos a quien en esta vida lleve la luz con mis obras y con mi oración. Ser candeleros es querer ser santos, pero la santidad consiste en vivir de cara a Dios, en medio de las realidades temporales de esta vida, buscando agradarle con nuestras buenas obras y con nuestra vida de apóstol, dedicados a propagar la luz del Evangelio.
«Tenemos por tanto una tarea y una responsabilidad por el don recibido: la luz de la fe, que está en nosotros por medio de Cristo y de la acción del Espíritu Santo, no debemos retenerla como si fuera nuestra propiedad. Sin embargo, estamos llamados a hacerla resplandecer en el mundo, a donarla a los otros mediante las buenas obras. ¡Y cuánto necesita el mundo de la luz del Evangelio que transforma, sana y garantiza la salvación a quien lo acoge! Esta luz debemos llevarla con nuestras buenas obras.»
(Ángelus, SS Francisco, 5 de febrero de 2017)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré ofrecer alguna actividad de mi vida cotidiana (estudiar, trabajo, labores del hogar, etc.) al Señor, pidiendo que sea agradable a sus ojos misericordiosos, y que me ayude a dar testimonio de mi fe.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.