Mi misión: ser buen pastor (Jn 10,11-18)
Evangelio: Juan 10, 11-18
Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre.
Fruto: Descubrir en Jesucristo a mi pastor, el que me conoce por mi nombre
Pautas para la reflexión:
Jesucristo vino al mundo para transmitirnos un mensaje: Dios es amor, Dios ama a cada hombre personalmente. Como buen conocedor de la psicología humana, utilizó diversos caminos para que entendiésemos esta verdad: su palabra, su ejemplo, sus parábolas, sus comparaciones… El Evangelio de hoy nos presenta una bella imagen de este amor: la figura del Buen Pastor.
1. ¿Quién es el buen pastor?
Entre los oyentes de Jesús, muchos debían tener a su cargo algún rebaño de animales domésticos, principalmente de ovejas. Este oficio era muy frecuente en Judea, propio de la gente sencilla a la que Jesucristo se dirigía. ¿Quién es un buen pastor? Cualquiera de los oyentes podría enumerar las notas más características: aprecia a cada oveja, se preocupa de cada una de ellas, las cuida bien… Aquel, sobre todo, que las defiende de las asechanzas y posibles ataques de los lobos. Para el buen pastor no existen las ovejas, el rebaño, sino esta oveja concreta. Porque cada una es individual, irrepetible, se preocupa por cada una. Si una se extravía, o se rompe una pata, deja a las 99 ovejas sanas para buscar a la descarriada. Y cuando la encuentra, no la lleva al redil a bastonazos, sino que la sube en sus hombres, la cura si está herida, y la lleva al redil junto a las demás ovejas. Ésta es la imagen del Buen Pastor, y ésta es también la imagen de Cristo.
2. Cristo, mi buen pastor
«Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo…». Jesucristo es la encarnación y manifestación del amor de Dios. La grandeza y omnipotencia de Dios, en ocasiones, nos puede hacer creer en un Dios inmenso, grande, al estilo de los grandes dioses de los pueblos primitivos. Vemos a un Dios grande, pero lejano, demasiado poderoso para mí, una sencilla creatura. Pero ese Dios se ha encarnado, se nos ha manifestado en la persona adorable y real de Jesucristo. Ya no se trata de un Dios lejano, sino de una persona que ha vivido entre nosotros, que ha trabajado con manos de hombre, ha sudado y se ha cansado como cualquiera de nosotros, se ha alegrado con las alegrías humanas (por ejemplo, en las bodas de Caná). Y sobre todo, como hemos contemplado hace pocas semanas, Jesucristo ha sufrido, hasta un extremo impensable, colgado de la cruz. Y después de resucitar, Jesucristo sigue acompañando a cada uno de aquellos por los que ha entregado su vida en la cruz. No le basta haber hecho un acto tan inmenso de amor; sigue amándome, con actos constantes de entrega a mí. Así me ha manifestado su amor personal, su ser «mi pastor».
3. Os he dado ejemplo para que lo hagáis también vosotros
Jesucristo, Buen Pastor, ama a cada una de sus ovejas, me ama a mí, oveja suya, tal vez rebelde, perezosa para las cosas espirituales, ansiosa de libertad. Pero también quiere que yo ame a sus ovejas, que ame a mi prójimo. Cristo, Buen Pastor, quiere que yo también sea buen pastor. Esto significa que debo cuidar de las ovejas que hay a mi alrededor, en mi familia, en el colegio, en la universidad, en el trabajo, entre los amigos… ¡Cuántos detalles de caridad puedo tener con estas ovejas que me rodean! Una palabra de aliento, un buen ejemplo, una atención, un saberles escuchar… Basta tener los ojos un poco abiertos, y las ocasiones para alegrar a los demás saltan a la vista.
Propósito: Me preocuparé por servir con algún detalle a mi familia.