Miércoles 1 de mayo de 2019 – Cristo luz del mundo.
H. Alexis Montiel, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Abre mi corazón, Señor, para que pueda volver a escuchar tu palabra.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 3, 16-21
«Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Es difícil comprender este Evangelio a la luz de los problemas actuales, ¿de qué nos viene a salvar el hijo de Dios? Muchos autores, a lo largo de la historia de la humanidad, veían la salvación traída por el hijo de Dios como la salvación de los demás, considerándolos bestias salvajes, intransigentes, personas que nacieron para hacernos el mal, lobos del hombre, guerreros impíos, ángeles de destrucción, flagelos de Dios… tantos apelativos para otros. A esos apelativos se añaden los que decimos indistintamente cada uno, cada día: el flojo, el holgazán, la persona incómoda, molesta…
Hoy viene también el hijo de Dios a salvarnos del peor de los peligros: nosotros mismos. No solo por sentirnos jueces de nuestros hermanos, sino también por buscar nuestras propias tinieblas y alejarnos de la luz que es Cristo.
¿Cuántas veces no me he sentido el culpable de mis propios actos?, ¿cuántas veces no me he desesperado al ver el mal que puedo causar? Señor Jesús, dame la gracia de acercarme a Ti, para que mis obras brillen con tu luz y me ilumine tu resplandor, de modo que seas Tú la luz de mi vida y pueda iluminar a las personas.
«He visto mucho sufrimiento, mucha pobreza, desfigurar el rostro de tantos hermanos y hermanas. Sin embargo, para quien está con Jesús, el mal es un estímulo para amar cada vez más. Por amor al Evangelio, muchos hombres y mujeres, y muchos jóvenes, se han entregado generosamente a sí mismos, a veces hasta el martirio, al servicio de los hermanos. De la cruz de Jesús aprendemos la lógica divina del ofrecimiento de nosotros mismos, como anuncio del Evangelio para la vida del mundo. Estar inflamados por el amor de Cristo consume a quien arde y hace crecer, ilumina y vivifica a quien se ama. Siguiendo el ejemplo de los santos, que nos descubren los amplios horizontes de Dios, os invito a preguntaros en todo momento: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?»
(S.S. Papa Francisco, Jornada mundial de las misiones 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Recordar a una persona con la que he discutido, rezar por ella y pedirle perdón por mis actos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.