Miércoles 1 de septiembre de 2021 – La sanación profunda viene de la relación con Él.
H. Iván A. Virgen, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Ayúdame, Señor, a recurrir a Ti para sanar mis heridas y mi cansancio para poder sevirte con alegría.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 38-44
En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles.
Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” Pero él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que él era el Mesías.
Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: “También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado”. Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús muestra de manera muy evidente su poder. Cada milagro que efectúa lo realiza con la intención de dejar muy claro de que se trata el Reino del que predica. Con su fuerza enseña que en el Reino no hay lugar para ningún tipo de mal, pues Él puede sanar cualquier enfermedad y expulsar demonios. Su Reino es, así, el lugar donde Dios se inclina para estar cerca de nosotros y llenar todo anhelo de nuestro corazón. Sin embargo, esta presencia de Dios implica dedicar tiempo para Él. Así, vemos a Jesús que se retira a un lugar solitario para orar; también lo vemos retirarse de un lugar para ir a predicar a otro, incluso cuando la gente lo quiere retener. Por tanto, así como en el Reino predicado por Cristo Dios tiene la supremacía y se ocupa de nuestras dolencias, así también implica cultivar una relación íntima con Él.
No es fácil dejar a Dios el lugar supremo y, a veces, queremos controlar cada acción que realiza en nuestra alma. En ocasiones le exigimos sanar todas nuestras enfermedades. Sin embargo, Jesús, con su ejemplo, nos dice hoy que la verdadera sanación parte de una relación viva e íntima con el Padre y, como consecuencia, una actitud permanente de servicio, como la suegra de Pedro después de su curación. Así que hoy pido la gracia a Jesús de dejarme tocar por su poder sanador, pero que esa sanación me lleve a amarlo más y a servir a mis hermanos.
«El poder sanador de Jesús no encuentra ninguna resistencia; y la persona sanada retoma su vida normal, pensando enseguida en los otros y no en sí misma, y esto es significativo, ¡es signo de verdadera salud! Ese día era un sábado. La gente del pueblo espera el anochecer y después, terminada la obligación del descanso, sale y lleva donde Jesús a todos los enfermos y los endemoniados. Y Él les sana, pero prohíbe a los demonios revelar que Él es el Cristo. Desde el principio, por tanto, Jesús muestra su predilección por las personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu: es una predilección de Jesús acercarse a las personas que sufren tanto en el cuerpo como en el espíritu. Es la predilección del Padre, que Él encarna y manifiesta con obras y palabra.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 7 de febrero de 2021).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, durante un momento de oración, además de pedir por mis necesidades, voy a pedir que me de una oportunidad de servirle en mis hermanos. Como consecuencia, estaré atento a momentos en los que pueda servir.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.