Miércoles 12 de abril de 2023 – «Tres formas en las que te experimento vivo»
Paulina Tena González Méndez, CRC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy gracias por el don de la fe que me permite experimentarte constantemente aún en la oscuridad. Te bendigo por tu Resurrección que me da vida y reafirma mi confianza en ti. Te amo, Jesús, y quiero reconocerte en mi día a día. Descúbreme los regalos de tu presencia viva. Esos signos sensibles y reales que has dejado para que pueda relacionarme contigo. Te ofrezco esta oración para gloria de Dios, por la extensión de tu reino de vida y por… (di aquí alguna intención especial que tengas)
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». Él les preguntó: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Tres frases de tu palabra resuenan en mí. ¿Qué tienen en común? ¿De qué me quieres hablar hoy?
“… Se acercó y se puso a caminar con ellos”. Siempre has sido así, tu encarnación es esa cercanía que necesita mi humanidad. Resucitado también te acercas y caminas conmigo. Muchas veces te encarnas en personas que me rodean y que me escuchan. Su amor, paciencia y bondad te hacen presente.
“Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio”. Tu amor inquieto que busca mil formas de permanecer con los que ama. Te quedas en la Eucaristía, quieres ser alimento y fortaleza para el camino. Un gesto que en ese momento abrió los ojos de los discípulos y hoy me hace reconocerte y recordar lo que has hecho por mí.
“¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”. Tu palabra, solo ella es capaz de responder y conectar con los pensamientos e inquietudes más profundos. Ella despierta mis búsquedas y descubre respuestas. Consuela, fortalece, anima. Hace que mi corazón también arda. Así resuena tu voz de Dios vivo.
Estos tres momentos me conectan con tu presencia viva, son signos de ti. Mantienen una relación viva, dinámica. Una comunicación en donde yo puedo acudir a ti y Tú respondes. Es tu compañía, tu alimento, tu voz.
Renueva en mi la vivencia de estos sacramentos para poder reconocerte en ellos y vivir contigo.
«Es una historia que comienza y finaliza en camino. De hecho, narra el viaje de ida de los discípulos que, tristes por el epílogo de la historia de Jesús, abandonan Jerusalén y regresan a casa, a Emaús, caminando alrededor de once kilómetros. Es un viaje que tiene lugar durante el día, con gran parte del viaje cuesta abajo. Luego tiene lugar el viaje de regreso: otros once kilómetros, pero recorridos al caer la noche, con parte del viaje cuesta arriba después de la fatiga del viaje de ida y todo el día. Dos viajes: uno fácil durante el día y el otro agotador por la noche. Sin embargo, el primero tiene lugar en la tristeza, el segundo en la alegría. En el primero está el Señor caminando a su lado, pero no lo reconocen; en el segundo ya no lo ven, pero lo sienten cerca de ellos. En el primero están desanimados y desesperanzados; en el segundo corren para llevar a los demás la buena noticia del encuentro con Jesús Resucitado». (S.S. Francisco, Regina Caeli del 22 de abril de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Si puedes asiste a Misa o ten un tiempo de adoración. Renueva la presencia viva de Jesús en ese sacramento.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.