Miércoles 13 de enero de 2021 – La frescura evangélica.
H. José Alberto Rincón, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, sé Tú mi fuerza conforme busco comunicar a los hombres la alegría del Evangelio.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Resuenan en nuestros corazones las palabras que san Juan nos ha transmitido: el Verbo se hizo carne. Hemos contemplado hace pocos días este misterio una vez más. En efecto, desde ese momento en que verdaderamente se ha superado la distancia entre Dios y el hombre, la buena noticia ha dejado de ser un mensaje y se ha convertido en una persona. Mejor aún, el mensaje es la persona y viceversa. Cristo es el Evangelio.
En este pasaje, asistimos primero a la curación súbita de la suegra de Pedro. No se menciona nada extraordinario, pero precisamente en su sencillez radica la belleza. ¿Qué es lo que hace Jesús? La toma de la mano y la levanta; después ella se pone a servirles. Esto es lo que hace el Evangelio en nosotros, cuando lo acogemos sinceramente y le gustamos: nuestra dureza de corazón se torna en suavidad, y nuestro espíritu es elevado al punto que surge espontáneo en nosotros el ímpetu por servir.
Vemos evidencia de esto en la multitud de enfermos que reciben la curación y los poseídos que son liberados. Sin embargo, las cosas no terminan ahí. El Evangelio es autodifusivo, es decir, exige ser comunicado. Quien lo experimenta, no puede retenerlo para sí. Cuando los hombres escuchan las maravillas que Jesucristo obra, lo buscan. La respuesta que Él da es un reto dirigido a nosotros: ‘He venido para predicar el Evangelio’.
Nunca encontramos a Jesús ocioso, perdiendo el tiempo. Él sabe muy bien distinguir entre actividad y quietud, beneficiándose de ambas. Mas nunca cae en quietismo. Es consciente que tiene una misión que cumplir, y la lleva a cabo por amor. Ahora, preguntémonos: ¿estamos siempre a disposición de Cristo cuando Él quiere llegar, por medio de nosotros, a los pueblos cercanos? ¿O es que de vez en cuando le ponemos algún obstáculo? La frescura del Evangelio es para todos; no dejemos que se pierda.
«Queridos hermanos y hermanas, Jesús cambió la historia acercándose a nosotros y la convirtió, aunque todavía marcada por el mal, en historia de salvación. Ofreciendo su vida en la cruz, Jesús también derrotó a la muerte. Desde el corazón abierto del Crucificado, el amor de Dios llega a cada uno de nosotros. Podemos cambiar nuestras historias acercándonos a Él, acogiendo la salvación que nos ofrece. Hermanos y hermanas, abrámosle todo el corazón en la oración, esta semana, estos días: con el crucifijo y con el evangelio. No os olvidéis: crucifijo y evangelio. La liturgia doméstica será esta. Abrámosle todo el corazón en nuestra oración. Dejemos que su mirada se pose sobre nosotros y comprenderemos que no estamos solos, sino que somos amados, porque el Señor no nos abandona y nunca se olvida de nosotros.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 8 de abril de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Invitaré a mi familia a dedicar un breve momento del día a reflexionar juntos sobre cómo dar mejor testimonio de nuestra fe.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.