intenciones maquillaje

Miércoles 13 de febrero – Purificar diariamente nuestras intenciones.

H. José Alberto Rincón Cárdenas, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme buscar siempre la bondad en mis pensamientos, obras y palabras.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 14-23
En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”.
Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: “¿Ustedes también son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?” Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos.
Luego agregó: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.
Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Duras nos resultan tus palabras el día de hoy, Señor. ¿Por qué? ¿No será quizás porque la verdad no admite maquillaje? Debe ser ésa la razón. Lo que te motivó a hablar así a tus discípulos no fue el enojo, sino la urgencia de hacerles entender lo mucho que está en juego en el camino hacia la salvación.

¿Cuántas veces acusamos al mundo del mal que nos sucede? Pareciera incluso que el mal sólo existe fuera de nosotros, buscando en todo momento hacernos tropezar. Hay algo de razón en ello, pero no todo es así. Muchas veces experimentamos vivencias que nos hacen sentir la presencia de ese mal, pero el que realmente debe preocuparnos es aquel que se engendra dentro de nuestro corazón.

¿Acaso no son la guerra, la intolerancia, la discordia, la calumnia, la habladuría, obras todas que surgen de nuestra parte? En el principio, cuando Dios creó la tierra, había armonía. La decisión de Adán y Eva de desobedecer introdujo la variable del mal en el diseño. También nosotros, con nuestro proceder, podemos alejarnos de Ti, Señor, y vernos sumergidos en una espiral caótica.

¿Podemos tener esperanza ante esta situación? ¡Desde luego que sí! Es más, no sólo podemos, sino que debemos. El cristiano no vive de cualquier esperanza, sino de la conciencia de ser profundamente amado por Ti, de haber sido redimido por Ti. Por eso, recordemos hoy las palabras que dirigiste a tu siervo san Pablo: «Mi gracia te basta, pues mi fuerza se manifiesta en la debilidad.» Somos débiles, Señor, pero no viles; pecadores, pero no corruptos. Sé tú el crisol donde purifiquemos nuestro corazón.

«La esclavitud a la que se refiere el apóstol es la de la “ley”, entendida como un conjunto de preceptos a observar, una ley que ciertamente educa al hombre, que es pedagógica, pero que no lo libera de su condición de pecador, sino que, en cierto modo, lo “sujeta” a esta condición, impidiéndole alcanzar la libertad de hijo.
Dios ha enviado al mundo a su Hijo unigénito para erradicar del corazón del hombre la esclavitud antigua del pecado y restituirle así su dignidad. En efecto, del corazón humano —como enseña Jesús en el Evangelio (cf. Mc 7,21-23)— salen todas las intenciones perversas, las maldades que corrompen la vida y las relaciones.»
(Homilía de S.S. Francisco, 31 de diciembre de 2018).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré estar más pronto para perdonar que para juzgar.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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