Miércoles 16 de junio de 2021 – Dos caminos.
H. Erick Flores, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hola Jesús, quiero estar unos minutos junto a Ti. Mi deseo de poseer es muy grande pero sólo Tú llenas mi mente y corazón, pues la experiencia me dice que el mundo externo no apaga mi deseo de plenitud. Renueva mi amor por Ti, abre mis ojos y pon en mí la esperanza para confiarte todo mi ser. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres, para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio se muestran dos caminos del hombre, cada camino tiene una finalidad. Por un lado, el camino hacia la gloria del hombre y, por el otro, el camino de la gloria divina. El hombre tiene una experiencia constante del mundo externo, de las sensaciones y de aquello que le llama la atención. El hombre está llamado a trascenderlo, pues tiene un espíritu que lo empuja a la contemplación de las realidades del Reino de Cristo que está presente.
Dos caminos. En el humano me siento visto por el hombre y en el divino siento la mirada de Dios. Pensar que la segunda mirada deja de lado el cariño humano, el afecto de quien está a mi lado o rechazar los bienes materiales es un gran error. El mundo, las creaturas, los recibimos como un instrumento para encontrar la persona de Cristo.
Por eso, cabe decir, que la búsqueda del amor familiar es un camino cristiano, es decir, que mis obras hechas con amor, por el cariño a mi padre, madre, hermano o hermana, primo y tía son expresión del amor que Cristo tiene por ellos. Dios desea actuar por medio de mí. Eso es parte el Reino de Cristo.
Vivir estimulado en la promoción del crecimiento del espíritu de amor, respeto y libertad vocacional es una tarea que me puedo proponer. Hacer algo por el otro con la intensión de ser alabado y sentirme bien no trasciende al hombre. El espíritu humano crece cuando vivo y actúo con orden, cuando las enseñanzas de Cristo tienen autoridad en mi existencia. El crecimiento del cristiano es vivir en parte con los nuestros aquí en la tierra, y vivir por Dios ya aquí en su Reino, en la propia existencia, vivida como buen cristiano.
«Continuamos nuestro recorrido para aprender a rezar, cada vez mejor, como Jesús nos ha enseñado. Debemos rezar como Él nos ha enseñado a hacerlo. Él dijo: cuando reces, entra en el silencio de tu habitación, retírate del mundo y dirígete a Dios llamándolo “¡Padre!”. Jesús quiere que sus discípulos no sean como los hipócritas que rezan de pie en las plazas para que los admire la gente. Jesús no quiere hipocresía. La verdadera oración es la que se hace en el secreto de la conciencia, del corazón: inescrutable, visible solo para Dios. Dios y yo. Esa oración huye de la falsedad: ante Dios es imposible fingir. Es imposible, ante Dios no hay truco que valga, Dios nos conoce así, desnudos en la conciencia y no se puede fingir. En la raíz del diálogo con Dios hay un diálogo silencioso, como el cruce de miradas entre dos personas que se aman: el hombre y Dios cruzan la mirada, y esto es oración. Mirar a Dios y dejarse mirar por Dios: esto es rezar. “Pero, padre, yo no digo palabras…”. Mira a Dios y déjate mirar por Él: es una oración, ¡una hermosa oración!»
(Audiencia de S.S. Francisco, 13 de febrero de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Agradecer principalmente a Dios por los alimentos que he recibido hoy y a quien los preparó.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.