Miércoles 17 de marzo de 2021 – Realmente eres mi Padre.
San Patricio
H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Muévete en mí, Dios Espíritu, para ver como Tú ves; sé que te haces presente en mi vida a través de tu gracia y te pido que me ayudes a escuchar tu mensaje para amarte sin condición. Ayúdame para que todo lo que haga sea para amarte más.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 5, 17-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos (que lo perseguían por hacer curaciones en sábado): “Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo”. Por eso los judíos buscaban con mayor empeño darle muerte, ya que no sólo violaba el sábado, sino que llamaba Padre suyo a Dios, igualándose así con Dios.
Entonces Jesús les habló en estos términos: “Yo les aseguro: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta y sólo hace lo que le ve hacer al Padre; lo que hace el Padre también lo hace el Hijo. El Padre ama al Hijo y le manifiesta todo lo que hace; le manifestará obras todavía mayores que éstas, para asombro de ustedes. Así como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a quien él quiere dársela. El Padre no juzga a nadie, porque todo juicio se lo ha dado el Hijo, para que todos honren al Hijo, como honran al Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre.
Yo les aseguro que, quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no será condenado en el juicio, porque ya pasó de la muerte a la vida.
Les aseguro que viene la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la hayan oído vivirán. Pues, así como el Padre tiene la vida en sí mismo, también le ha dado al Hijo tener la vida en sí mismo; y le ha dado el poder de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que yacen en la tumba oirán mi voz y resucitarán: los que hicieron el bien para la vida; los que hicieron el mal, para la condenación. Yo nada puedo hacer por mí mismo. Según lo que oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Conocer a Dios hace una gran diferencia porque no es cualquier cosa la que conocemos, sino alguien. Muchas veces se nos dice en nuestros estudios del seminario que Dios es un objeto de estudio especial y aún más que eso, es una persona. Esta es una de las verdades más originales de la fe cristiana porque los filósofos de antigüedad presentaban a Dios solo como algo absoluto que va más allá de lo que podemos concebir y lo presentaban como algo impersonal.
El cristianismo, con el dogma de la Encarnación de Jesús, muestra a Dios con una luz totalmente nueva, la de persona. El hecho que más me llama la atención es que para ser persona se necesita un cuerpo y, ¿no escuchamos «el cuerpo de Cristo» cada vez que vamos a misa? Dios mismo tiene un cuerpo y es una persona.
Algo que se añade a esta gran realidad que parte la historia humana en dos, antes y después, es la realidad de que podemos llamar a Dios Padre. Nunca debemos olvidar esto porque si lo hacemos caemos en la perdición, nos volvemos autosuficientes como si nosotros mismos nos hubiéramos dado la vida. Nada de esto, Dios Padre nos sale al encuentro a través de su hijo amado, en Él descubrimos quién es Dios verdaderamente y lo experimentamos en primera persona.
Dios nos extiende la invitación a redescubrir estas realidades, que a veces se empolvan, y a reconocer que nunca perdemos este estado, ni siquiera cuando negamos que somos hijos de Padre eterno. Él siempre estará con los brazos abiertos para recibir a sus pequeños.
«Si el virus tuviera nuevamente que intensificarse en un mundo injusto para los pobres y los más vulnerables, tenemos que cambiar este mundo. Con el ejemplo de Jesús, el médico del amor divino integral, es decir de la sanación física, social y espiritual —como era la sanación que hacía Jesús—, tenemos que actuar ahora, para sanar las epidemias provocadas por pequeños virus invisibles, y para sanar esas provocadas por las grandes y visibles injusticias sociales. Propongo que esto se haga a partir del amor de Dios, poniendo las periferias en el centro y a los últimos en primer lugar. No olvidar ese parámetro sobre el cual seremos juzgados, Mateo, capítulo 25. Pongámoslo en práctica en este repunte de la epidemia. Y a partir de este amor concreto, anclado en la esperanza y fundado en la fe, un mundo más sano será posible. De lo contrario, saldremos peor de esta crisis. Que el Señor nos ayude, nos dé la fuerza para salir mejores, respondiendo a la necesidad del mundo de hoy.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 19 de agosto de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Escribir una pequeña oración al Padre para rezarla antes de ir a dormir durante esta Cuaresma.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.