Miércoles 2 de noviembre de 2022 – Fieles difuntos – «El éxito verdadero»

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por este momento que me permites estar contigo. Gracias por todas las cosas que me has dado y me sigues dando, especialmente por las que me he acostumbrado y doy por descontado. Gracias por el don de la salvación. Me acostumbro a saber que vienes a este mundo y tomas todo lo que la humanidad es, todo lo que yo soy. Lo tomas para redimirlo, lo tomas para hacerlo nuevo. Incluso las cosas que me gustaría ocultar Tú las quieres tomar para hacerlas nuevas, para sanarlas. Espíritu Santo ayúdame para recibir a Cristo más profundamente en mi vida, especialmente en las oscuridades que puedan haber en mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 15, 33-39; 16, 1-6

Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní». (Que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?») Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Mira, está llamando a Elías.» Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo: «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.» Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Realmente este hombre era Hijo de Dios”. [Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: «No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.»]

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy celebramos a los Fieles Difuntos. Que en el fondo es alegrarse con los hombres y mujeres más exitosos de la historia.

Cuentan que un día San Felipe Neri estaba hablando con un niño de la nobleza. El santo le preguntó al niño cuál era su sueño, qué quería ser cuando fuese grande. El niño emocionado le respondió: “Caballero de la comarca”. “Y después” preguntó Felipe. “Después seré Conde” respondió el niño. “Y después” insistió Felipe. “Pues… rey” dijo dudando un poco el pequeño. “Y después”. El niño no supo que responder.

Nosotros nos podemos parecer a este pequeño niño. Damos importancia a cosas que tal vez en sí son buenas, pero no son lo más importante, La fiesta de hoy nos ayuda a recordar qué es lo que de verdad importa en nuestras vidas. Hoy recordamos que nuestro verdadero éxito no es solamente una estabilidad económica, social o intelectual. Todo eso es bueno solo en la medida en la que nos lleven al verdadero fin: Cristo.

Nada ni nadie en este mundo va a poder llenar completamente nuestros deseos más íntimos, y esto lo entendieron muy bien los santos. Ellos entendieron las palabras del Evangelio de hoy: “No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado”. Ellos dejaron de buscar sepulcros vacíos para ir a buscar al Señor.

¿En qué sepulcros buscas al Señor? ¿Cuáles son los sepulcros en los que buscas encontrar tu realización sin el resucitado?

«La solemnidad de hoy de Todos los Santos nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad. Los Santos y las Santas de todos los tiempos, que hoy celebramos todos juntos, no son simplemente símbolos, seres humanos lejanos, inalcanzables. Al contrario, son personas que han vivido con los pies en la tierra; que han experimentado la fatiga cotidiana de la existencia con sus éxitos y sus fracasos, encontrando en el Señor la fuerza de volver a levantarse siempre y continuar el camino. De ahí podemos comprender que la santidad es una meta que no se puede alcanzar sólo con las propias fuerzas, sino que es fruto de la gracia de Dios y de nuestra libre respuesta a ella. Por lo tanto, la santidad es un don y una llamada. Como gracia de Dios, es decir, don suyo, es algo que no podemos comprar ni cambiar, sino acoger, participando así en la misma vida divina por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. La semilla de la santidad es precisamente el Bautismo. Se trata de madurar cada vez más la conciencia de que estamos injertados en Cristo, ya que el sarmiento está unido a la vid, y por eso podemos y debemos vivir con Él y en Él como hijos de Dios. Así que la santidad es vivir en plena comunión con Dios, ya ahora, durante esta peregrinación terrenal».
(S.S. Francisco, Angelus, 1° de noviembre de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, de manera especial, rezaré un misterio del Rosario por todos mis familiares difuntos.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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