Estamos llamados a ser testigos

Miércoles 25 de noviembre de 2020 – El desafío del testimonio.

H. José Alberto Rincón, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, concédeme la gracia de vivir conforme a mi condición de testigo tuyo.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 12-19

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Los perseguirán y los apresarán, los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernantes por causa mía. Con esto ustedes darán testimonio de mí.

Grábenese bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes.

Los traicionarán hasta sus padres y hermanos, sus parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes, y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, ni un cabello de su cabeza perecerá. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida.”

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Para los cristianos de los primeros siglos, este pasaje del Evangelio resonaba fuertemente en sus corazones. Seguramente lo recordaban conforme se reunían en secreto en las catacumbas para celebrar la Misa, o mientras esperaban en las mazmorras a ser llevados al circo para enfrentarse a las fieras. Sí, los primeros cristianos tenían muy claro cuál era el precio a pagar por reconocer públicamente su fe.

¿Dónde estamos ahora? ¿Cuál es el escenario del mundo para el cristiano de hoy? En algunas regiones, en algunas sociedades, ser cristiano continúa siendo un crimen. Hermanos nuestros siguen experimentando el filo de la espada y derramando su sangre para testimoniar que su vida no les pertenece, sino que es de Cristo. Debemos, ciertamente, clamar al Cielo para que de esa sangre vertida florezcan el perdón y la paz.

Sin embargo, no necesariamente debemos irnos a un país lejano a nosotros para hallar ocasiones de persecución. ¿Cuántos de nosotros no lo experimentamos a diario? Un joven que decide rezar el Rosario mientras va camino al colegio; una persona que se manifiesta en favor de la vida de un bebé nonato; un religioso o religiosa que no se rehúsa a llevar su hábito en público… algunas de estas cosas han dejado de ser habituales en muchos lugares. Mostrar que Cristo es nuestro Dios y Señor parece haberse convertido en un asunto meramente privado. ¿Qué hacemos ante esto?

Tenemos dos opciones: o reunimos valor, levantamos la cabeza y con orgullo nos declaramos cristianos –y actuamos conforme a esta verdad– o nos adaptamos al criterio del mundo, en el que sólo está permitido lo que no ofenda a nadie –es decir, nada. Estamos llamados a ser testigos del evento más importante de toda la historia. ¿Cómo respondemos? Ojalá, cuando nuevas generaciones miren hacia atrás, no digan que solamente los primeros cristianos supieron permanecer fieles.

 

 

«Jesús quiere dar esta sabiduría en abundancia. Él recompensará ciertamente vuestra labor de sembrar semillas de curación y reconciliación en vuestras familias, comunidades y en toda la sociedad de esta nación. ¿No nos dijo él que nadie se puede resistir a su sabiduría? Su mensaje de perdón y misericordia se sirve de una lógica que no todos querrán comprender y que encontrará obstáculos. Sin embargo, su amor revelado en la cruz, en definitiva, nadie lo puede detener. Es como un GPS espiritual que nos guía de manera inexorable hacia la vida íntima de Dios y el corazón de nuestro prójimo. La Santísima Virgen María siguió a su Hijo hasta la oscura montaña del Calvario y nos acompaña en cada paso de nuestro viaje terrenal. Que ella nos obtenga la gracia de ser mensajeros de la verdadera sabiduría, profundamente misericordiosos con los necesitados, con la alegría que proviene de encontrar descanso en las heridas de Jesús, que nos amó hasta el final.»

(Homilía de SS Francisco, 29 de noviembre de 2017)

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ofreceré el rezo de un misterio del santo Rosario por cuantos padecen persecución a causa de su fe.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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