vocación

Miércoles 30 de junio de 2021 – Liberarse de tus demonios.

H. Emmanuel Toro, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, dame la gracia de no tener miedo a las asechanzas del maligno y tener la plena confianza de que Tú siempre me acompañas.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 8, 28-34

En aquel tiempo, cuando Jesús desembarcó en la otra orilla del lago, en tierra de los gadarenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y fueron a su encuentro. Eran tan feroces, que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Los endemoniados le gritaron a Jesús: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?”

No lejos de ahí había una numerosa piara de cerdos que estaban comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús: “Si vienes a echarnos fuera, mándanos entrar en esos cerdos”. Él les respondió: “Está bien”.

Entonces los demonios salieron de los hombres, se metieron en los cerdos y toda la piara se precipitó en el lago por un despeñadero y los cerdos se ahogaron.

Los que cuidaban los cerdos huyeron hacia la ciudad a dar parte de todos aquellos acontecimientos y de lo sucedido a los endemoniados. Entonces salió toda la gente de la ciudad al encuentro de Jesús, y al verlo, le suplicaron que se fuera de su territorio.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este relato evangélico, este incidente es una revelación de la compasión de Jesús por gente como nosotros; vemos a Jesús que viene a redimir lo que estaba perdido, a transformar aquello que está apartado de Él. Relacionando el Evangelio y nuestra vida personal podemos ver que es Él quien hará cualquier cosa por librarnos de nuestros demonios tales como el miedo, la ansiedad, el resentimiento, etc., que hemos permitido que nos esclavicen. O a veces nos sentimos sobrepasados por el poder del mal en el mundo que nos rodea como en la política, en el trabajo, o incluso en nuestro propio corazón. Al permanecer cerca de Jesús, no tenemos nada que temer del demonio o del mundo.

¿A qué nos invita este Evangelio? Nos invita a vivir con dedicación nuestra propia vocación y a caminar por el sendero de la santidad; A caminar junto al Señor. En la carta a los romanos dice san Pablo: «Si Dios está conmigo, ¿quién contra mí?» Señor, contigo a nuestro lado, no tenemos nada que temer de las fuerzas de la obscuridad en el mundo. Tú nos libras de todo mal y haces todo lo posible para asegurar que triunfe la bondad. Ayúdanos a confiar en tu poder divino a lo largo de nuestra vida, y a estar atento a las formas en que te comunicas.

«Por tanto, es un encantamiento: es la seducción, porque el diablo es el padre de la seducción. Pensemos en qué hizo con Eva: comenzó hablando, suavemente, suavemente, suavemente. Cuando el demonio entra así suavemente, educadamente y toma posesión de nuestras actitudes, nuestros valores van del servicio de Dios a la mundanidad. Así somos cristianos tibios, cristianos mundanos y hacemos hacer esta mezcla, esta macedonia entre el espíritu del mundo y el espíritu de Dios. Aun así, no se puede vivir así: esto aleja del Señor, pero es demasiado sutil. El punto es preguntarse cómo se hace para no caer en este y para salir de esto. La respuesta es clara: Antes que nada retomo la palabra “vigilancia”: no asustarse, como Isaías dijo a Acaz, “vigilancia y calma”, como decir: estate atento.»

(Homilía de S.S. Francisco, 13 de octubre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré el esfuerzo de vivir mi trabajo hoy con alegría, aunque me esté costando.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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