Miércoles 30 de septiembre de 2020 – Seguir a Cristo en la cruz.
H. Emanuel Toro, LC.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Concédeme, Señor, la fortaleza para seguirte en todo momento y que pueda darte mi vida sin medida. Sé que es difícil, pero acepto el reto que me pones enfrente; confío en tu gracia para que me convierta en tu discípulo amado.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 57-62
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, alguien le dijo: “Te seguiré a dondequiera que vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”.
A otro, Jesús le dijo: “Sígueme”. Pero él le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios”.
Otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El seguimiento de Cristo no es nada fácil porque implica una vida de sacrificios, pero la recompensa de estos sacrificios se hace sentir en la vida eterna. Visto desde la perspectiva del que es llamado por Dios, este Evangelio nos revela lo que significa seguir a Cristo en la vocación del sacerdocio o la vida consagrada. Primero nos dice que no tienen una casa propia donde reposar la cabeza porque su casa es en todo lugar; lo podemos ver, especialmente, en el caso de los misioneros que salen de su país para servir donde Él los necesita; algunos van a lugares muy lejos de donde nacieron; otros cambian a menudo de ubicación, la casa que los acoge verdaderamente les hace sentir en casa y la gente con la que se encuentran se convierte en su familia.
En segundo lugar, Cristo pide el desapego de las cosas y las personas si nos hacen depender más en ellas que en Dios. Tenemos que recordar que Dios es la persona más importante en nuestras vidas, pero si no vivimos de esta forma, cualquier cosa nos puede distraer de esta verdad. Es cierto que el ejemplo que pone Cristo es difícil de aceptar, pero aun en circunstancias de gran dolor y de gran dificultad Cristo nos pide que confiemos en Él porque nos amó primero, y las personas que le quieren y sufren serán consoladas por Él.
Y como tercer elemento nos habla de recodar los viejos tiempos con mucha frecuencia cuando estamos siguiendo a Cristo porque nadie puede servir a dos amos hay que elegir. Claramente Dios nos ha colmado de muchos dones en nuestra vida, pero no podemos vivir aferrados a nuestro pasado impidiendo que Dios actúe en nuestra vida. Nuestro pasado tampoco nos puede condicionar; dejemos de suspirar todos los días pensando que todo era mejor antes. Dios nos tiene preparadas muchas sorpresas.
«Pero Jesús responde que el Hijo del Hombre, a diferencia de los zorros que tienen guaridas y los pájaros que tienen nidos, “no tiene donde reclinar la cabeza”. La pobreza absoluta de Jesús. Jesús, en efecto, ha dejado la casa de su padre y renunciado a toda seguridad para anunciar el Reino de Dios a las ovejas perdidas de su pueblo. Así, Jesús nos indica a nosotros, sus discípulos, que nuestra misión en el mundo no puede ser estática, sino que es itinerante. El cristiano es un itinerante. La Iglesia por su naturaleza está en movimiento, no es sedentaria y no se queda tranquila en su propio recinto. Está abierta a los horizontes más amplios, enviada ―¡la Iglesia es enviada!― a llevar el Evangelio a los caminos y llegar a las periferias humanas y existenciales.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 30 de junio de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Daré gracias a Dios por los momentos espirituales que haya tenido y le diré que le dejo seguir actuando en mi vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.