Miércoles 5 de diciembre de 2018 – La medida de Dios: sobreabundancia.
H. Jesús Salazar Brenes, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Aliméntanos, Señor, con el pan de tu palabra y sacia nuestro corazón con tu amor. Haznos apóstoles tuyos que podamos llevar nuestra vivencia a quien más lo necesite.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 15, 29-37
En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó. Acudió a Él mucha gente, que llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó. La gente se llenó de admiración, al ver que los lisiados estaban curados, que los ciegos veían, que los mudos hablaban y los tullidos caminaban; por lo que glorificaron al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque pueden desmayarse en el camino». Los discípulos le preguntaron: «¿Dónde vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?». Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?». Ellos contestaron: «Siete, y unos cuantos pescados».
Después de ordenar a la gente que se sentara en el suelo, Jesús tomó los siete panes y los pescados, y habiendo dado gracias a Dios, los partió y los fue entregando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos que habían sobrado.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando tenemos hambre, todo nos habla de comida. Cualquier olor delicioso nos trae recuerdos, o buscamos preparar algo «hecho con amor». Si así buscamos alimentar nuestro cuerpo, no podemos olvidar que nuestra alma también necesita alimentarse; así, muchas cosas cotidianas nos hablarán de Jesús, nos traerán recuerdos de nuestra experiencia con Él, y buscaremos la paz que brota del amor verdadero.
Mucha gente buscaba y busca aún a Jesús por interés, acordándose de Él de una forma muy terrenal, sólo cuando necesitan algo, como sucede en el Evangelio; buscan a Jesús por querer sanarse del cuerpo, quizás sin importarles mucho su mensaje que es el que sana el alma. Otros, a lo mejor, seguían a Jesús porque querían verlo, como si fuera la atracción sensacional del momento. No obstante, a pesar de conocer las intenciones más profundas de cada uno, Jesús siente lástima de todos por igual y quiere alimentarlos en el cuerpo y el espíritu.
¡Qué bueno es Jesús que no hace diferencias! Él, conociendo nuestro corazón, nuestra historia e intenciones, no quiere que desfallezcamos en el camino y se hace pan para alimentarnos. Veamos el Evangelio: Él pronuncia la acción de gracias (pronuncia la «eucháristein» según el texto griego) da el pan a sus discípulos y ellos a la gente, tal como sucede hoy en la Eucaristía. Jesús viene a través de las manos de sus discípulos y se nos da en manjar celeste, alimentando nuestra alma y transformándonos en su presencia viva. Ahora tenemos un reto, llevar la luz de la presencia de Cristo a tantas personas que tienen hambre y no saben cómo saciarse. Un día le presentaron siete panes al Señor, todo lo que tenían para comer, y Él no sólo los multiplicó, sino que sobró más de lo que le dieron. Cuando somos generosos con Dios, su medida con nosotros es la sobreabundancia.
«Jesús atento a las necesidades primarias de las personas. El episodio surge de un hecho concreto: las personas están hambrientas y Jesús involucra a sus discípulos para que este hambre se sacie. Este es el hecho concreto. A la multitud, Jesús no se limitó a donar esto —ofreció su Palabra, su consuelo, su salvación, su vida—, pero ciertamente hizo también esto: se encargó del alimento para el cuerpo. Y nosotros, sus discípulos, no podemos hacer como si nada. Solamente escuchando las más sencillas peticiones de la gente o poniéndose cerca de sus situaciones existenciales concretas se podrá ser escuchado cuando se habla de valores superiores. El amor de Dios por la humanidad hambrienta de pan, de libertad, de justicia, de paz, y sobre todo de su gracia divina nunca falla.»
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de julio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy llevaré el pan de la palabra a otra persona en una conversación normal, o bien, si me es posible, asistiré a la Eucaristía, aunque no sea domingo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.