encuentro

Miércoles 7 de abril de 2021 – Jesús sale a nuestro encuentro.

San Juan Bautista De La Salle

H. Francisco Posada, L.C.

 

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

 

Señor, te pido la gracia de reconocerte en los demás, en las circunstancias que vivo, en todo lo que me pasa y que muchas veces no entiendo. Dame la gracia de verte y dejarme cambiar por tu amor.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos ha­cia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.

Mien­tras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: «¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?».

Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?». Él les preguntó: «¿Qué cosa?». Ellos le respon­dieron: «Lo de Jesús el Nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que al­gunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañe­ros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron».

Entonces Jesús les dijo: «¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los pro­fetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?». Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.

Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer». Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: «¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!».

Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: «De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón». Entonces ellos contaron lo que les ha­bía pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

A veces Dios nos sale al encuentro sin que nosotros lo sepamos. Alguien que parece estar en otra onda porque no entiende lo que estamos sintiendo, en el caso de los discípulos de Emaús, su tristeza. Este sentimiento que tenían les nublaba la mente y no los dejaba reconocer a Jesús. Podemos ser víctimas de una ceguera que no se cura con una operación porque es más profunda. Su corazón creía algo, tenía expectativas diversas a las que sucedieron, pero el Señor sabe cómo llegar a su encuentro y cambiar la vida.

Pregúntate hoy, ¿cómo es que Jesús te sale al encuentro y quiere hablar contigo? Hay tantas formas como hay personas en el mundo. Una de las lecciones que nos deja este periodo de la Semana Santa es que Dios tiene planes muy diferentes a los que nos podemos imaginar, quiere usar medios que nosotros no usaríamos, no quiere el camino fácil, sino que se compromete a llevar la cruz junto a nosotros y por nosotros.

En este pasaje del Evangelio también se nos muestra una actitud verdadera que se hace presente cada vez más en nuestra sociedad. Esta realidad es la de darse la vuelta y no responder al amor de Dios, o mejor dicho, darle una respuesta negativa. Jesús se sorprende y reprende a los discípulos quienes después de haber visto todo lo que había hecho y padecido no podían reconocer quién era Jesús en realidad, se quedaron con la idea que tenían de Él y no podían sacársela de la cabeza hasta que el mismo Jesús llegó a su vida.

Pídele al Señor que no seas duro de corazón para reconocerle y responderle; que te ayude si te encuentras en esta situación.

«El Evangelio relata el encuentro de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús y como ellos reconocieron al Señor al partir el pan. El cristianismo es un encuentro con Jesús, el cristiano es aquel que se deja encontrar por el Señor. Nacimos con una semilla de inquietud, aún sin saberlo: nuestro corazón tiene sed del encuentro con Dios, lo busca, muchas veces por caminos equivocados. Y Dios tiene sed de encontrarnos. Vemos que Jesús respeta nuestro camino, sigue nuestros tiempos, es el Señor de la paciencia, camina a nuestro lado, escucha nuestras inquietudes, las conoce. Hoy, en esta misa, rezamos por todos aquellos que sufren la tristeza, porque están solos o porque no saben qué futuro les espera o porque no pueden llevar adelante su familia porque no tienen dinero, porque no tienen trabajo. Tanta gente que sufre de tristeza. Recemos por ellos hoy.»

(Homilía de S.S. Francisco, 26 de abril de 2020, en santa Marta).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Invitar a Jesús a mi casa o alguna actividad que vaya a hacer hoy. Él es una persona real y quiere acompañarme.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

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