Miércoles 7 de julio de 2021 – Nuestro llamado.
H. Óscar Hernán Rendón Montoya, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Señor por este tiempo de oración. Ayúdame a poner a un lado todas mis distracciones. Necesito de tu fortaleza y de tu guía. Háblame, Señor, te escucho.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 1-7
En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos del Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos, ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Este Evangelio nos muestra a un grupo de hombres, muy diferentes entre sí, pero con un mismo fin: Cristo y la salvación de las almas, salvación que se anuncia por medio de su Palabra. Ahora, miremos este mismo contexto, pero en nuestros días, en nuestras realidades concretas; podemos ver cómo Jesús nos sigue llamando a cada uno de nosotros, con nombre propio y desde la vocación en la que cada uno se desenvuelve… pues sí, el llamado para anunciar el Reino de los cielos no se limita a sacerdotes, religiosas o religiosos, consagradas o consagrados; esta misión nos concierne a todos, pero no basta con anunciar un ideal o la idea de lo que en un futuro vendrá; el Reino de los cielos lo debemos empezar a vivir aquí en la tierra, entonces podemos preguntarnos: ¿Cómo anunciar y hacer presente este Reino del que Jesús nos habla?.
Es cierto que la vida cristiana está compuesta de muchos detalles que construyen, pero, para empezar, podemos decir que la respuesta la encontramos en 1Jn.4,16, donde dice: Dios es amor; y el que permanece en el amor, permanece en Dios, y Dios en él. Entonces, ¿amar es la respuesta? Sí, pero, antes de amar, debemos permanecer en el amor, dejarnos llenar de Dios, escucharlo, atenderlo; porque cuando hacemos esto, podremos entonces amar como Dios ama; amar sin esperar nada a cambio, amar sin ser egoísta, amar al otro; valorando sus virtudes, pero siendo paciente con sus defectos, así como Dios es paciente cada uno de nosotros. Cuando somos conscientes de cuán amados somos por Dios, nuestra única respuesta es devolver ese amor, que, por consecuencia, es difusivo, es decir, que se extiende a los demás.
Qué fácil se escucha esto, y decirlo, ciertamente, lo es, pero vivirlo, implica mucho más, implica sacrificio, entrega, deseo de vencer nuestro orgullo. Jesús tiene muy clara nuestra fragilidad, pero también tiene muy claro nuestro potencial, cuenta con nosotros, nos quiso hacer partícipes de esta misión, misión que debe ser emprendida por amor a Él y misión que debe renovarse cada día con nuestro «sí»; así como los santos lo hicieron día a día.
«Para ser fieles a nuestra llamada, a nuestra misión, san Pablo nos recuerda que el don se reaviva. El verbo que usa es fascinante: reavivar literalmente, en el original, es “dar vida al fuego” [anazopurein]. El don que hemos recibido es un fuego, es un amor ardiente a Dios y a los hermanos. El fuego no se alimenta por sí solo, muere si no se mantiene vivo, se apaga si las cenizas lo cubren. Si todo permanece como está, si nuestros días están marcados por el “siempre se ha hecho así”, el don desaparece, sofocado por las cenizas de los temores y por la preocupación de defender el status quo. Pero “la Iglesia no puede limitarse en modo alguno a una pastoral de “mantenimiento” para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial”. Porque la Iglesia siempre está en camino, siempre en salida, jamás cerrada en sí misma. Jesús no ha venido a traer la brisa de la tarde, sino el fuego sobre la tierra.»
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de octubre de 2019).
Diálogo con Cristo
Delante del sagrario, si puedo, o en mi habitación, estaré a solas contigo y te pediré crecer en el amor, sentir tu amor en mi vida, para transmitirlo y ser parte activa de tu Iglesia, no vivir pensando en un ideal, sino hacer presente esta realidad.
Propósito
Esta semana, me propondré crecer en la paciencia, buscaré ver el rostro de Cristo en aquella persona, que tal vez, me cueste un poco; seré incluso paciente con aquella situación en mi vida que la sienta como una cruz y trataré de descubrir qué me quiere decir Dios con esta situación; porque Dios no nos da nada que no podamos soportar y tampoco nos permite atravesar por cosas de las que no podamos aprender.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.