mujer cananea actos de Dios

Miércoles 8 de agosto de 2018 – Los tiempos de Dios.

Santo Domingo de Guzmán, presbítero

H. José Romero, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme poder ver lo que deseas de mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28
En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. Él les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.

Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!” Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor, pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Mi país pasa, hoy por hoy, unos momentos muy complicados. Venezuela se encuentra en mis oraciones pero parece que no hacen efecto, que no llegan a Dios, que su corazón no se mueve por mi petición y, esto, me ha causado mucha frustración.
En el Evangelio de hoy vemos a la mujer cananea que parece vivir lo mismo que estoy viviendo. Se acerca a Jesús pidiéndole un milagro que parece no querer concederle, pero a diferencia de mí, ella responde de forma diferente. La mujer cananea pasa de ser «no escuchada» al milagro que deseó; de ser una mujer pagana a una que tiene una fuerte fe.
La mujer comienza a gritar a nuestro Señor y solamente se postra y se acerca a Él porque no recibió respuesta. Y, ante la negativa, se reconoce como pagana, no digna de recibir el milagro. Todo lo que hace la mujer cananea es una repuesta a los actos de Dios, los tiempos de Dios son los que conducen a la mujer pagana a ser una mujer con fe.
La diferencia entre la cananea y yo es que ella supo leer los tiempos de Dios: supo ver los actos de Dios en su vida y responder según su voluntad. Porque si Dios no la hubiera «ignorado», jamás se hubiera acercado; si no le hubiera dado una negativa, jamás se reconocería como pagana, no digna. Dios siempre nos lleva a Él, sus actos en nuestra vida son lo que nos permiten postrarnos en su presencia.
Por eso, no debemos perder la fe en nuestra oración; solamente hay que dejar de ver más nuestros deseos y nuestra petición que a la persona a quién se lo estamos pidiendo; dejar de ver lo que hacemos y ver más lo que Dios hace en nuestra vida y, así, saber el por qué Dios actúa de determinada manera. Necesitamos aprender a ver los tiempos de Dios como actos de amor hacia nosotros y así tendremos un respuesta de amor a Dios a lo que le pidamos.

«Esta humilde mujer es indicada por Jesús como ejemplo de fe inquebrantable. Su insistencia en invocar la intervención de Cristo es para nosotros estímulo para no desanimarnos, para no desesperar cuando estamos oprimidos por las duras pruebas de la vida. El Señor no se da la vuelta ante nuestras necesidades y, si a veces parece insensible a peticiones de ayuda, es para poner a prueba y robustecer nuestra fe. Nosotros debemos continuar gritando como esta mujer: «¡Señor, ayúdame! ¡Señor ayúdame!». Así, con perseverancia y valor. Y esto es el valor que se necesita en la oración.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de agosto de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Que mi oración sea hoy una repuesta de amor a Dios.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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