Miércoles 8 de julio de 2020 – La llamada de Dios.
H. José Romero, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dios mío, ayúdame a poder escucharte, ayúdame a poder responderte.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 1-7
En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos del Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos, ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muchos de nosotros hemos escuchado lo qué es el amor a primera vista; ese momento en que se ve a una persona por primera vez y uno queda enamorado. Digo esto porque recientemente una amiga me contó que su historia de amor con su esposo se puede resumir en un amor por la vista. Ella, desde que vio al que sería más adelante su esposo, pensó que con él se iba a casar. Lo peculiar es que no llegaron a hablar hasta que él la invitó a una cita. Lo que sucedió es que ella siempre se dejaba ver, y él siempre la veía. Hoy en día están casados y tienen dos hijos.
¿Ahora por qué digo esto? Es simple. A la luz del Evangelio propongo que vivamos un amor como el de mis amigos, pero con Dios, y cambiando la palabra «vista» por «escucha». Propongo tener un amor que surja por la escucha de lo que Dios nos dice. En el Evangelio vemos que los apóstoles tienen algunos poderes que fueron dados por Cristo. Pero todo esto es un fruto de un primer momento: el llamado. Cristo llama a cada uno de sus apóstoles y les da los poderes para que curen y expulsen demonios, Cristo nos llama a cada uno y nosotros somos los que escuchamos; así como mi amiga se dejaba ver con frecuencia, Cristo nos está llamando; pero depende de nosotros el escucharlo. Es un llamado que busca que le amemos; así como el esposo de mi amiga se enamoró viéndola, así nosotros nos enamoraremos de Dios escuchándolo.
Dios no nos llama a sacar demonios o curar personas, nos llama a amarle siendo un médico, un estudiante, un consagrado. Dios, que es amor, nos habla a nuestro corazón; escuchándolo podemos amarle como Él quiere que le amemos. No tengamos miedo a amarle según su corazón.
¡Escuchemos a nuestro Señor! ¡Respondamos con una escucha de amor! Y tengamos los poderes para amar como Dios nos está llamando a amarle; vivamos nuestra vocación escuchando su corazón, sin miedo.
«Los apóstoles no tienen nada propio que anunciar, ni propias capacidades que demostrar, sino que hablan y actúan como «enviados», como mensajeros de Jesús. Este episodio evangélico se refiere también a nosotros, y no solo a los sacerdotes, sino a todos los bautizados, llamados a testimoniar, en los distintos ambientes de vida, el Evangelio de Cristo. Y también para nosotros esta misión es auténtica solo a partir de su centro inmutable que es Jesús. No es una iniciativa de los fieles ni de los grupos y tampoco de las grades asociaciones, sino que es la misión de la Iglesia inseparablemente unida a su Señor.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 15 de julio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En un rato de oración analizaré cómo Dios me está pidiendo amarle y si escucho lo que me dice o solamente soy yo quien habla.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.