El misterio de la Santísima Trinidad (Jn 16,12-15)

Evangelio: Juan 16,12-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará».

Fruto: Contemplar el gran misterio de la Santísima Trinidad, que significa algo concreto para mí.

Pautas para la reflexión
La Santísima Trinidad es el misterio principal de nuestra fe. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda: «La fe católica es esta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad» (Catecismo n.266). Pero ¿qué significa este gran misterio, tan incomprensible que muchas veces nos olvidamos de él? Repasemos las notas características de las tres personas, para acercarnos un poco a la grandeza de este misterio

1. Dios es Padre
«Al designar a Dios con el nombre de «Padre», el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad trascendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos» (Catecismo n.239).

Dios Padre, origen de todo, o sea, creador de nuestra vida, de nuestras buenas cualidades y de lo que consideramos nuestros defectos. Dios Padre, guía y explicación última de todo lo que nos sucede. Antes de la creación éramos nada, y Él nos creó de la nada y nos dio esta vida, llena de alegrías, y también de momentos duros pero hermosos.

Dios Padre, amoroso guardián de nuestro cuerpo y de nuestra alma. Dios Padre, cariñoso con cada hijo, incluso cuando nos olvidamos de Él, nos creemos «demasiado mayores» para pedirle su ayuda. En resumen, Dios Padre, todo corazón y todo amor.

2. Dios Hijo, nuestro hermano mayor

Hemos visto la grandeza y el amor del Padre, pero ¿quién nos ha revelado que Dios es así? El Hijo es el motor de esta revelación. Gracias a Él conocemos a este Dios tan maravilloso, a este Ser que da pleno sentido a nuestras vidas. El Hijo, también lleno de amor, se ha querido acercar tanto a nosotros que se ha hecho hombre; trabajó con manos de hombre, amó con corazón de hombre, sufrió en su cuerpo de hombre, lloró con ojos de hombre. Nos ganó la redención con nuestra naturaleza humana. Nadie conoce al Padre más que el hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. ¡Gracias, Jesús!

3. El Espíritu Santo

En este repaso veloz de las personas de la Trinidad llegamos al Espíritu Santo, el «gran desconocido». «Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe», nos recuerda el Catecismo en el número 683. San Pablo recordaba a los corintios que «nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!» sino por influjo del Espíritu Santo» (1Co 12,3). Parece, pues, que el Espíritu Santo juega en nuestra vida cristiana un papel clave. Sin Él no podamos dar el primer paso en nuestra fe: reconocer Jesús como Señor, como Dios. A partir de ahí, nuestra vida es como un racimo de cerezas: Si Jesús es Señor le dejaré entrar en mi corazón, me guiaré de acuerdo con sus principios en el trato con familiares, amigos, compañeros…, dejaré que la caridad reine en mi corazón, seré testimonio de cristiano convencido y coherente. Espíritu Santo, ilumina mi entendimiento y mueve mi voluntad.

Propósito: Dedicar un momento para documentarme sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Especialmente, leyendo los números de Catecismo de la Iglesia Católica de los números 232 al 260.

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