No se cansen de obrar el bien por el Reino de Cristo

Publicamos a continuación el texto de la homilía pronunciada por el Card. Velasio De Paolis en la misa conclusiva del Capítulo General Extraoridinario de la Legión de Cristo (25 de febrero de 2014).

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Gracias por las palabras que el Director General ha querido dirigirme hace unos momentos.

El pasado 8 de enero iniciamos el Capítulo General Extraordinario. Han pasado casi dos meses. Hemos cumplido el programa que nos habíamos propuesto en los dos puntos principales: dar a la congregación una nueva dirección general y la revisión de las Constituciones. Estos han sido los dos puntos más relevantes.

La revisión de las Constituciones fue también nuestra ocupación principal y la que ha requerido más tiempo, tanto en la preparación del Capítulo como durante la celebración del mismo. Esto no debería sorprendernos si se considera el significado que unas constituciones tienen para la vida de los institutos religiosos. En el texto constitucional encontramos el carisma y la espiritualidad, el patrimonio espiritual y la identidad de la Congregación, y las normas necesarias para su conservación y su promoción. Las Constituciones son la regla con la cual el Legionario debe conformar la propia vida. El último número de las constituciones, partiendo del derecho canónico (can. 662) afirma la primera obligación fundamental de todo religioso: «Los religiosos han de tener como regla suprema de vida el seguimiento de Cristo tal y como se propone en el Evangelio y se expresa en el derecho propio». Las constituciones, junto al Evangelio, marcan el camino de santidad de los religiosos. En ellas los religiosos encuentran la fuente de la propia espiritualidad.

Dentro de estos dos temas principales, tuvimos ocasión de afrontar otros asuntos muy importantes. En particular, desde el inicio del Capítulo, después de escuchar los informes sobre el trabajo de preparación del Capítulo mismo y sobre la situación actual de la Congregación, surgió enseguida la conciencia de tantas preguntas que los padres capitulares de todo el mundo traían de parte de sus hermanos y sobre las que esperaban una respuesta. Una vez identificadas, precisadas y discutidas, debían tener una respuesta.

Se abrió camino especialmente, por un lado, la pregunta sobre la relación del fundador y su vida personal y, por otro, la valoración de la congregación que se reconocía fundada por él. Se puede afirmar que todas las demás preguntas estaban relacionados con ésta. El Capítulo ha afrontado el problema desde el inicio. La reflexión sobre ella y la búsqueda de la respuesta adecuada han permeado los trabajos capitulares de inicio a fin.

Se dio una primera respuesta con el documento que desde el primer momento el Capítulo consideró urgente preparar y publicar. Se trató de un valoración amplia, objetiva y serena, casi tomando distancia, sobre la figura de Maciel en relación con la misma Congregación. Se reconocen las responsabilidades de Maciel, se aprueba la intervención de la Iglesia respecto al fundador, y se agradece a la misma Iglesia por su acción a favor de la Congregación para sanar las heridas producidas y, después de un camino de revisión, de penitencia y de purificación, animarla y sostenerla para que reemprenda de manera renovada su misión dentro del movimiento Regnum Christi y de la vida de la Iglesia. Al mismo tiempo, se invoca la misericordia de Dios sobre Maciel.

Las hechos personales de Maciel, se afirma, no pueden ser vistos como culpas personales de los Legionarios hasta el punto de que éstos puedan ser considerados responsables de los actos de Maciel. Es más, la misma Legión se puede considerar una víctima del actuar equivocado del Fundador. No obstante, identifica también algunas responsabilidades de los mismos superiores, particularmente por los retrasos que se dieron en su actuación. El Capítulo, mientras pide perdón a las víctimas de Maciel, toma conciencia de que los Legionarios están llamados a asumir sobre sí las consecuencias de las culpas de Maciel a imagen de nuestro Señor Jesucristo, que ha tomado sobre sí el pecado del mundo, y a expiarlas en cuanto sea posible. Se descubre así un camino penitencial de purificación y de renovación y se acepta el recorrerlo.

Así los Legionarios se han reconciliado consigo mismos, con la historia, con el mundo y con la Iglesia. Con ojos nuevos y purificados han mirado su interior para examinar su presente y descubrir eventuales huellas de contaminación dejadas por su fundador en la Legión: en su ser, en su actuar, en su legislación y en su modo de obrar.

Se trataba de proyectar el futuro de la Congregación a partir de su historia y de su presente. Por eso, los padres capitulares se han sentido comprometidos a marcar el camino futuro de la Legión partiendo de la reflexión sobre el sacerdocio y la vida religiosa, pasando por la reflexión sobre el carisma, el apostolado, la espiritualidad y los diversos sectores de la vida: como, en modo particular, sobre la formación, el gobierno, la administración, la pobreza, la obediencia y el celibato; la oración litúrgica y personal. Han nacido así otros tantos documentos entregados a la Dirección General para indicar un camino preciso que hay que recorrer particularmente durante el próximo sexenio. Ha sido un amplio examen de conciencia que ha recorrido profundamente la vida de la Legión, comprometiéndola para un futuro lleno de esperanza.

Todo esto ha requerido que los padres capitulares hicieran un saludable camino espiritual profundo. En los documentos han vertido su experiencia espiritual que han querido comunicar a todos sus hermanos legionarios esparcidos por el mundo. Se han colocado delante del misterio de Cristo en sus vidas de una manera nueva, generosa y valiente. Si ante los hechos de la vida de Maciel han vivido un momento de oscuridad y de sufrimiento, quizás de confusión. Si la turbación ante eventos tan graves ha entrado en sus corazones, ellos, durante el largo camino recorrido en los últimos años y, particularmente, durante este Capítulo, se han sentido iluminados y renovados interiormente; han experimentado de nuevo el gozo de su vocación misionera y apostólica; han redescubierto su «sí» a la vocación legionaria; han rehecho y experimentado en modo nuevo la alegría de pertenecer a Cristo y de anunciarlo con todas sus fuerzas y con toda su vida al mundo. En Cristo Jesús se han reencontrado consigo mismos y con la alegría de trabajar para el Regnum Christi.

En el redescubrimiento de la propia vocación, del don de sí a Cristo y a sí mismos,  se han liberado del peso que cargaban sobre sus espaldas, han salido de sí mismos y se han encontrado en el grande movimiento del Regnum Christi, partícipes de una vocación común en un movimiento de laicos que viven su bautismo y dan testimonio de su fe con la vida, en su propia profesión, particularmente en el mundo de la familia y de la cultura; en un movimiento de laicos y laicas que refuerzan su actividad en el Regnum Christi en el mundo también con el testimonio de la profesión de los consejos evangélicos. El camino de los Legionarios también lo han recorrido los hermanos y hermanas del Regnum Christi.

Los legionarios se reencuentran así en el corazón del mundo y de la Iglesia para instaurar todas las cosas en Cristo, para trabajar junto a los hermanos laicos y a los hermanos consagrados y consagradas en el Regnum Christi.

Recorriendo con la mirada este camino espiritual en toda su amplitud, nos podemos maravillar y puede surgir espontánea la pregunta: ¿Quién ha hecho todo esto? La respuesta está ya en sus labios, porque la han madurado desde hace tiempo en el corazón. Es el momento de decir gracias al Señor con los sentimientos y el corazón de María. Pueden cantar su Magnificat. Entonen un himno de acción de gracias a la misericordia de Dios que los ha curado, los ha sanado, que los ha tomado otra vez con afecto renovando el amor de antes. No se cansen de obrar el bien por el Reino de Cristo. Con San Agustín les digo: caminen y canten; canten y caminen. El camino puede fatigar. El canto da nuevas fuerzas. Y se vuelve a caminar y a cantar. Caminen y canten.

Cristo esta con ustedes en el camino que tiene por delante en la esperanza de su futuro.

Roma, 25 de febrero de 2014

Velasio Card. De Paolis, c.s.

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