¿Quién dice la gente que soy Yo? (Lc 9,18-24)
Evangelio: Lc 9,18-24
Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy Yo?». Ellos contestaron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que algunos de los antiguos profetas que ha resucitado». Él les dijo: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?». Respondió Pedro: «El Mesías de Dios». Él les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: «Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día». Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: «Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ese la encontrará».
Fruto: Seguir a Cristo no es fácil. Por ello seamos conscientes de esta realidad, pero es lo mejor en nuestras vidas.
Pautas para la reflexión:
Tres escenas se ven reflejadas en este pasaje: la oración, la realidad de la cruz y lo que implica el seguimiento de Cristo. Jesús nos muestra que la oración no era un accesorio ocasional en su vida, sino algo vital. La oración es necesaria para afrontar todas las circunstancias que se presentan, especialmente para las que están bañadas por la sombra del sufrimiento. Si queremos seguir el ejemplo del Señor, debemos aprender de Él.
1. Había ido a un lugar solitario para orar
¿Por qué Jesús recurre constantemente a la oración? ¿Por qué busca lugares solitarios, lejos de la gente, para hacerlo? Cristo nos muestra que la oración es importante para la vida misma. Es el alimento del alma, el momento dedicado exclusivamente para dialogar con Dios. Los acontecimientos que vendrán narrados posteriormente en los Evangelios, nos indican que se requiere de mucha fuerza espiritual, algo que se consigue sólo con la oración. Cristo es Dios, es verdad, pero su capacidad humana para afrontar el sufrimiento no era menos que la nuestra. Él necesitó de la oración. ¿Cuánto más nosotros?
2. ¿Quién dice la gente que soy Yo?
Les pregunta directamente a sus discípulos. Ya han compartido con Él varios meses de discipulado. ¿Quién soy? ¿Por qué me siguen? Pedro le responde. No es coincidencia que el evangelista nos remarque que fue Pedro el que le dijo: «Tú eres el Mesías de Dios». Pedro reconoce en Cristo al Salvador. Hoy, su sucesor, el Papa, continúa su labor ingente de dar a conocer a este Salvador único de la humanidad. Cristo les dice, a continuación, que debe padecer, ser rechazado, entregado a muerte para después levantarse a una nueva vida. Quizá para los discípulos todo esto les sonó muy raro, no esperaban de entrada que el Señor para reinar tuviera que padecer.
3. Si me quieres seguir… toma tu cruz
La cruz es algo connatural para el cristiano. No hay cristianismo sin cruz y sin resurrección. La cruz viene a redimensionar el dolor humano, a darle un sentido trascendente y eterno. Para los no creyentes, el sufrimiento es una maldición. Para los creyentes, fuente de santificación. Reconocer a Cristo como Salvador implica aceptar la cruz de cada día. Y no sólo aceptarla pasivamente, sino vivirla, abrazarla, utilizarla como puente para llegar a Dios.
Propósito: Daré gracias a Dios por las cruces que me da para llegar a Él.
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