Quiero, pero no quiero (Mt 21,28-32)

Evangelio: Mt 21,28-32

¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero le dijo: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña. Y él respondió: ´No quiero´, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ´Voy, Señor´, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».

Fruto: Estar atentos en nuestra vida para seguir en todo momento la voluntad de Dios, claramente indicada también en las enseñanzas del Papa y de los obispos en comunión con él.

Pautas para la reflexión:
Dos hijos que pueden reflejar las actitudes de los cristianos inmersos en el relativismo y que toman sus decisiones seguidos por los estados de ánimo. Lo que se pide de un hijo es que sea un hombre de provecho para la sociedad y ejemplo para la familia. La diferencia entre sí quiero, y no quiero.

  1. «No quiero», pero se arrepintió y fue
    Los padres de familia están hoy en día muy acostumbrados e pedirles cosas a sus hijos y recibir toda clase de respuesta. En una empresa o negocio, si el empleado dice al jefe: «No quiero», al no cumplir con sus obligaciones laborales simplemente lo despiden. En una familia no suele ser así, cuando un hijo se rebela, suele medirse más con el amor. Se buscará hablar con él y hacerlo recapacitar. Aunque en nuestros días, cada vez son menos los padres de familia que buscan educar a sus hijos en la obediencia, gracias a las ideologías que se han infiltrado bajo la imagen de la «libertad» de acción. Los hijos crecen sin límites, ofreciéndoles todo no se les garantiza nada. Pero con Dios las cosas son diferentes. Él invita, sus hijos se rebelan, pero quienes recapacitan, se dan cuenta de lo mal que se han comportado y entonces, arrepentidos, van.
  2. «Voy, Señor», y no fue
    Es una actitud poco generosa y más aún, llena de mentira. Lo podemos ver en el plano de la vida espiritual, cuando las personas con tal de quitarse de encima un compromiso, al invitárseles a un retiro, a un evento de promoción social, su respuesta es un «sí» de labios para afuera, pero interiormente están diciendo ya: «No voy a ir». Los valores ennoblecen a las personas, ante Dios vale más un «no» sincero desde el inicio, que un «sí» mentiroso. A Dios no lo podemos engañar. Él conoce los secretos de nuestro corazón, pero no violenta nuestra libertad, nos respeta porque nos ama y quiere que libremente acudamos a Él. Dios nos conceda a todos crecer en una sinceridad incondicional para responder a su invitación de trabajar en su viña, extender su Reino. No nos pide imposibles, sólo generosidad y mucha sinceridad en nuestra colaboración.
  3. La invitación nos viene de Dios
    El modus vivendi que nos presenta la sociedad actual más que acercarnos a Dios nos va alejando de Él más y más. El sentido de Dios en la vida de las personas parece más una nube en la conciencia que se diluye poco a poco, en vez de ser una luz encendida que guíe y oriente nuestras decisiones. ¡Cuántas personas que en un tiempo dijeron creer en Dios y que ahora viven como si no existiera! El mundo materialista y relativista les ha golpeado en su fe y el sentido de lo sagrado en ellos queda como un recuerdo vago. Sin embargo, Dios continúa llamando e invitando a seguir trabajando en su viña. Quizá nuestro trabajo contribuya para que nuestros hermanos recuperen su fe y se acerquen a Dios. No permitamos que nada empañe nuestra fe sino que se acreciente y reconozca en todo momento que, en la Iglesia, es Dios quien llama.

Propósito: Demostrar mi predilección por Dios yendo a la misa dominical con mi familia. Que mi respuesta sea siempre, «sí, quiero, Señor».

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