Una mañana donde resumió su misión (Lc 24, 46-53)

Evangelio: Lucas 24,46-53
Jesús les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto». Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.

Fruto: Reflejar con mi vida la alegría de Cristo resucitado.

Pautas para la reflexión
Treinta años de vida oculta; tres años de intensa predicación por los pueblos y ciudades del pequeño estado de Israel, tres días de dolorosa pasión y gloriosa resurrección, cuarenta días de apariciones a sus apóstoles, ¿y ahora qué? Jesucristo sube al cielo, como hemos leído en el Evangelio, y nos deja sus últimas recomendaciones, nos resumió su misión: 1) Era necesaria su pasión y resurrección. 2) Predicar la conversión y el perdón de los pecados. 3) Seréis mis testigos.

1. Era necesaria su pasión y resurrección
Cuando se explica a un niño pequeño, o no tan pequeño, la pasión de Cristo, nace espontánea una pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué lo hicieron sufrir tanto en la pasión, si durante su vida pasó haciendo el bien, curando enfermos, sanando a ciegos y leprosos? No entendemos esa «necesidad» de la pasión, y sin embargo el Señor la afirma en varias ocasiones y la resumió al final. Aceptamos a medias esta necesidad cuando la vemos desde la alegría de la resurrección; es el mal trago antes del gozo profundo. Aquí está la primera idea que quiere dejarnos muy claramente, antes de subir al cielo: Él es el Señor de la vida, de la historia. Él sabe por qué y para qué suceden las cosas, y lo que más pide de nosotros es una confianza incondicional en sus planes. El niño pequeño no entiende la mayoría de las cosas que le piden sus papás; sin embargo, porque son sus papá, confía, seguro del gran amor que le tienen. Habrá momentos de cruz, pero siempre llegan con más fuerza los momentos de resurrección.

2. Predicar la conversión y el perdón de los pecados
La vida cristiana no es una aceptación pasiva de las circunstancias que se me presentan, usando la medicina del «aguanta, porque Dios te lo manda». Sería quedarnos en el primer punto, intentando construir artificialmente una alegría utópica basada en la resurrección. La vida cristiana es muy distinta, y mucho más interesante. Además de «creer», tenemos que «hacer», vivir de acuerdo con la doctrina que el Señor nos enseñó, una doctrina centrada en amar a Dios y a los demás. Todos llevamos un enemigo contra el cual debemos luchar: el egoísmo, ese amor desmedido a nosotros, que nos lleva a olvidarnos de los otros. Por eso, la vida cristiana es un camino de conversión, una ascensión (subir siempre es difícil, cuesta) para amar más a Dios y a los demás. Y por eso también el Resucitado nos resumió, antes de subir al cielo, que cada día debemos convertirnos, y debemos invitar a los demás a convertirse (predicar la conversión). Una actitud importante ante este continuo «rectificar el camino»: Cristo nos ha ganado el perdón para nuestros pecados y nos resumió su misión. A lo largo de esta subida vamos a caer muchas veces; unas veces pueden ser pequeños tropiezos; otras, caídas aparatosas. Pero siempre nos podemos levantar. Cristo nos ha perdonado, por adelantado, y sólo nos pide que le pidamos humildemente perdón y nos levantemos, para seguir subiendo.

3. Seréis mis testigos
«Las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra». El mundo de hoy cree a los maestros de la fe, sólo cuando son testigos de la fe. Jesucristo había enseñado muchas cosas a los discípulos, les había transmitido su doctrina en predicaciones, palabras… Pero ¿qué es lo que más se grabó en su mente y en su corazón? El ejemplo del Maestro, que ama hasta dejarse crucificar. Eso es lo primero y principal que difundieron los Doce: Jesús ha muerto por nosotros, ha resucitado, y nosotros somos sus testigos, damos testimonio de este amor extremo. Y ese testimonio fue el arma secreta que hizo crecer el cristianismo en medio de un ambiente tan hostil de persecuciones y catacumbas. Hoy, sigue siendo el reto.

Propósito: Renovaré al inicio del día mi deseo de subir, de «ascender» con mi testimonio alegre de vida cristiana ante quienes están a mi alrededor. No lo olvidemos: Cristo nos resumió el propósito de su misión y nos pide dar testimonio.

Escucha también una reflexión en audio del Evangelio en la sección «Diálogos con Cristo«.

Una reflexión del Papa Francisco sobre la Ascensión.

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