Sábado 11 de mayo de 2019 – Palabras de vida eterna.
H. Abraham Cortés Ceja L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Concédeme, Señor, la gracia de experimentar la fuerza y el significado que tiene tu palabra para mi vida y, junto a san Pedro, poder decir lleno de paz y esperanzan: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna».
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 60-69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús dijeron al oír sus palabras: «Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?».
Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen”. (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar). Después añadió: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”.
Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?” Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La dinamicidad de la vida muchas veces inquieta nuestro interior. Cada día nos encontramos ante circunstancias de gran variedad, algunas son positivas, pero otras, también, son negativas que tocan nuestra vida personal, familiar o profesional. Experimentamos diversidad de sentimientos y emociones ante estas circunstancias que afectan o perturban nuestra integridad y mueven lo más profundo de nuestro ser, causando inestabilidad o estabilidad.
Esto fue lo que sucedió a los discípulos que escuchaban a Jesús. Las palabras del Señor nos eran suaves, sino duras. Sus palabras resonaban fuertemente en el interior de cada discípulo y, en algunos, producían inquietud, en otros, asombro o aflicción. Pero, por otra parte, también causaban atracción, conmovían, animaban. ¿Qué impresión causan en mí las palabras del Señor? ¿Qué fuerza y qué significado tienen para mi vida? Vemos que para Pedro y los apóstoles tenían una fuerza única, un significado esencial y profundo. Eran la respuesta a sus interrogantes e inquietudes más profundas de su vida. En ellas descubrieron el amor del Padre, la Verdad y el Camino de sus vidas, más aún, descubrieron la Vida. Las palabras del Señor dieron sentido y transcendieron sus vidas. Iluminaron su realidad, su vida concreta, dando un horizonte lleno de esperanza.
Descubramos la fuerza y riqueza que tienen las palabras del Señor para nuestra vida. Dejemos que sus palabras toquen nuestro corazón, nuestra vida. Que sus palabras sean el sostén, pero, sobre todo, el amor inagotable de nuestro Señor.
«En los próximos días, al rezar con las Escrituras, volveréis a experimentar su eficacia: no queda sin efecto, sin cumplir aquello por lo que Dios nos la ha dado. Os deseo que recibáis siempre la Biblia en su preciosa unicidad: como palabra que, imbuida del Espíritu Santo, dador de vida, nos comunica a Jesús que es vida y así hace fecunda nuestra vida. Ningún otro libro tiene el mismo poder. Mediante su palabra, conocemos al Espíritu que la inspiró; de hecho, solo en el Espíritu Santo puede ser verdaderamente recibida, vivida y anunciada, porque el Espíritu enseña todo y recuerda cuanto Jesús dijo.»
(Homilía de S.S. Francisco, 31 de octubre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En un rato de oración ante el Santísimo analizaré que impresión causan en mí las palabras del Señor y le pediré que me ayude a que den sentido a mi vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.