Sábado 12 de febrero de 2022 – «Dale tus siete panes»
Iker Trillas, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, enséñame a confiar en ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 1-10
Uno de aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y, si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos». Le replicaron sus discípulos: «¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para que se queden satisfechos?». Él les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos contestaron: «Siete». Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús los bendijo, y mandó que los sirvieran también. La gente comió hasta quedar satisfecha, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil. Jesús los despidió, luego se embarcó con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Qué son siete panes para alimentar a cuatro mil? Hay cuatro mil personas que tienen necesidad de alimentarse y lo único que hay son siete panes. Que penosa situación. ¿Qué vamos a hacer?
Esta es una imagen de nuestra pequeñez y de nuestro ser hechos de barro. Esta imagen es una verdad sobre quienes somos. Siete entre cuatro mil es 0.00175. Esta es nuestra realidad de criaturas ante el Creador, es la realidad de nuestros méritos ante los méritos de Cristo, de nuestra fuerza ante la fuerza de Dios. ¿Y por qué seguimos confiando más en nuestros méritos y solo en nuestra fuerza? Es inútil, es ridículo, es ilógico, pero lo seguimos haciendo.
¿Qué hacer? Dejar a Dios ser Dios. Jesús “tomó los siete panes”. Los discípulos le dieron los siete panes. Confiaron en Él. Para esto vino Jesús. Para salvar, para curar, para alimentar, para convertir, para consolar. Es Él quien salva a través de nuestros siete panes. Démosle lo nuestro para que lo transforme, confiando en que puede y quiere. Entreguémosle aquello que más nos pese y pongámoslo en la cruz que está cargando hacia el Calvario. Dejemos que Dios lo cargue. Contemplemos a Cristo cargando el peso de nuestras dificultades con sangre y sudor. Démonos cuenta de lo comprometido que Él está con cada uno de nosotros y con nuestras cosas y dejémonos tocar por su amor hacia cada uno de nosotros.
«Por ello, vivir la comunión con Cristo es otra cosa distinta a permanecer pasivos y ajenos a la vida cotidiana; por el contrario, nos introduce cada vez más en la relación con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, para ofrecerles la señal concreta de la misericordia y de la atención de Cristo. Mientras nos nutre de Cristo, la Eucaristía que celebramos nos transforma poco a poco también a nosotros en cuerpo de Cristo y nutrimento espiritual para los hermanos. Jesús quiere llegar a todos, para llevar a todos el amor de Dios. Por ello convierte a cada creyente en servidor de la misericordia. Jesús ha visto a la muchedumbre, ha sentido compasión por ella y ha multiplicado los panes; así hace lo mismo con la Eucaristía. Y nosotros, creyentes que recibimos este pan eucarístico, estamos empujados por Jesús a llevar este servicio a los demás, con su misma compasión. Este es el camino». (S.S. Francisco, Catequesis del 17 de agosto de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ese algo que te está preocupando déjalo en manos de Jesús eucaristía, confiando en que Él te ayudara.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.