mueva nuestras vidas

Sábado 16 de enero de 2021 – Cristo nos llama

H. Erick Flores Aréchiga, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Me pongo en tu presencia, Señor, pues te necesito. Que la oración sea un tiempo para ver tu acción en mi vida, contemplando tus misterios desde la manera en que ves mi existencia, como muestra de amor para mí y para el mundo. Y verme como una obra de tus manos y que me haces un don para los demas.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió.

Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”

Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cristo quiere salvarnos a todos y lo hace llamándonos por nuestro nombre. Es asombroso el llamado que Cristo hace a cada uno, pues de estar con la muchedumbre, tal vez los 5000 que dió de comer, se fija en nosotros. De estar con muchos pasa a vernos, inclusive quiere compartir la mesa, signo de confianza, cercanía, respeto y amor. Nuestro Señor tiene un gran deseo de cada uno de nosotros.

Jesucrito conoce nuestro interior, sabe que somos pecadores y nuestra debilidad se vuelve un estímulo potente para el corazón misericordioso de Hijo amado. Cristo sabe que tiene la palabra y el poder para sanar nuestra alma sucia y herida y, también, los que están en la mesa con Leví lo saben, pues dicen: «¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores? » ¿Cuántas veces nuestro juicio se vuelve una espada que lastima al hermano, amigo, pariente, pareja o hermano?

Cristo con amor auténtico, fiel y respetuoso dice «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores». Son palabras que revelan parte de su misión como salvador. Cristo sabe que todos en la muchedumbre son enfermos y pecadores, pero también sabe que el camino de la verdadera conversión en un proceso personal y de toda una vida en relación de pecador y salvador.

Así pues, dejemos que caiga el edificio de nuestro ser egoísta y soberbio, quien se cree autosuficiente. Dejemos que Dios mueva nuestras vidas, revelándonos quiénes somos y quién es Él, Cristo misericordioso, quien nos llama a ser misericordiosos como el Padre es misericordioso.

 

«Jesús escogió a un apóstol entre aquella gente, la peor. A continuación, este Mateo, invitado a comer, estaba alegre. Antes, cuando me alojaba en Via della Scrofa, me gustaba ir, ahora no puedo, a San Luis de los Franceses para ver el cuadro de Caravaggio, La conversión de Mateo: él agarrado al dinero así [hace el gesto] y Jesús lo indica con el dedo. Se aferraba al dinero. Y Jesús lo escoge. Invita a toda la banda a almorzar, a los traidores, los cobradores de impuestos. Al ver esto, los fariseos que se creían justos, que juzgaban a todos y decían: “Pero ¿por qué vuestro Maestro tiene esa compañía?”. Jesús dice: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. Esto me consuela mucho, porque creo que Jesús ha venido por mí. Porque todos somos pecadores. Todos. Todos tenemos esta “licenciatura”, somos licenciados. Cada uno sabe cuál es su pecado, su debilidad más fuerte.»

(Homilía de S.S. Francisco, 7 de julio de 2017).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar un padre nuestro en cada comida, recordando que Cristo se sento en la mesa junto a los pecadores y publicanos.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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