Sábado 22 de enero de 2022 – «Locura o realidad»
Alejandro Rondón, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, yo sé que estás aquí presente en las circunstancias en que me encuentro, tanto física como espiritualmente.
Jesús, Tú sabes cómo me siento ahora, conoces mi necesidad. Vengo ante tu presencia a pedirte por la gracia que más necesito, o por el consuelo que más anhelo. Me uno completamente a ti en este momento de oración para que seas Tú el único que llene verdaderamente mi corazón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 20-21
En aquel tiempo volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A veces seguir a Jesús no es fácil y hasta pensamos que es una locura. En el Evangelio de hoy hay una muestra muy clara de esto que nos hace pensar en Jesús que va siempre contra corriente, buscando transmitir el amor de Dios en un mundo cargado de egoísmo. Por eso es importante detenerse a pensar en lo que es más importante en mi vida, y que no es algo que sólo me incluye a mí, sino que puede favorecer al prójimo que lo necesita, o al prójimo que me pide ayuda.
En el seguimiento verdadero de Cristo, que significa cumplimiento de su mandamiento de amor, está el peligro de este egoísmo que oscurece la luz que hay en estas sencillas palabras “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Suena muy bien, y es muy fácil de decir, pero es muy difícil de cumplir pues puede llegar a requerir el sacrificio y la negación de uno mismo para optar y amar a la otra persona.
Pide al Señor que te abra los ojos para ver la necesidad del otro, que no significa olvidarte por completo de ti mismo, sino saber que eres un instrumento para transmitir el amor de Dios a los demás siguiendo el ejemplo de Cristo, que hasta pensaron sus familiares que estaba loco porque no podía dejar de amar a las personas que tenía a su alrededor.
«¿Cómo podemos aprender a ver la gloria en la cruz? Algunos santos han enseñado que la cruz es como un libro que, para conocerlo, es necesario abrir y leer. No basta adquirir un libro, darle un vistazo y colocarlo en un lugar visible de la casa. Lo mismo vale para la cruz: está pintada o esculpida en cada rincón de nuestras iglesias. Son incontables los crucifijos: en el cuello, en casa, en el auto, en el bolsillo. Pero no sirve de nada si no nos detenemos a mirar al Crucificado y no le abrimos el corazón, si no nos dejamos sorprender por sus llagas abiertas por nosotros, si el corazón no se llena de conmoción y no lloramos delante del Dios herido de amor por nosotros. Si no hacemos esto, la cruz se queda como un libro no leído, del que se conoce bien el título y el autor, pero que no repercute en la vida. No reduzcamos la cruz a un objeto de devoción, mucho menos a un símbolo político, a un signo de importancia religiosa y social» (S.S. Francisco, Divina liturgia del 14 de septiembre de 2021).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor Jesús ayúdame a darme cuenta que estoy en presencia de Aquel que me ha amado tanto. No permitas que me olvide que mi vocación de cristiano es ser un testimonio de tu amor en el mundo. Y Tú me has enseñado lo que este Amor significa, que va más allá de las barreras humanas, y que no conoce límites, y hasta es capaz de desgastarse por el otro y olvidarse de sí. Señor Jesús enséñame a amar a los demás como tú los amas.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ofrece a Dios un acto de caridad a la persona que sientas que más lo necesita. Puede ser una llamada telefónica para interesarte por la salud de la otra persona, una oración ferviente a Dios por un amigo que pasa dificultad, o una ayuda de cualquier tipo a un familiar en necesidad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.