Sábado 23 de abril de 2022 – ¿Crees realmente en mi resurrección?

Rubén Tornero, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, vengo ante ti, uva vez más para poner en tus manos todo lo que soy y todo lo que tengo. Tú me conoces y sabes que es lo que llevo en el corazón, cuáles son mis tristezas y mis alegrías. Te doy las gracias porque nunca me has abandonado, siempre has estado a mi lado, aun cuando no me he dado cuenta. Aumenta mi fe para creer en ti, en tu omnipotencia en mi vida y para saberte descubrir siempre en cada momento de mi vida. Aumenta mi confianza; no permitas que ponga mi esperanza en nada ni en nadie fuera de ti, Jesús mío, pues todo es tuyo. Dame el amor que más necesito: el tuyo. No permitas que me separe nunca de ti… y si llego a alejarme de tu amor, que nunca me canse de volver a tus brazos amorosos. Ayúdame a escuchar tu voz en esta oración. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 16, 9-15

Habiendo resucitado al amanecer del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios. Ella fue a llevar la noticia a los discípulos, los cuales estaban llorando, agobiados por la tristeza; pero cuando la oyeron decir que estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron. Después de esto, se apareció en otra forma a dos discípulos, que iban de camino hacia una aldea. También ellos fueron a anunciarlo a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron. Por último se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no les habían creído a los que lo habían visto resucitado. Jesús les dijo entonces: «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Muy amada alma:

Has visto que reprendí a mis discípulos por la dureza de su corazón al no creer en mi resurrección.

¿Tú darías la vida por un muerto?, ¿invitarías a tomar un café hoy al bisabuelo de tu bisabuelo?, ¿serías capaz de preguntarle su opinión sobre la decisión más importante de tu vida a alguien que dejó este mundo hace miles de años? Probablemente no.
Lo más común es que cuando damos la vida por alguien, sea una persona viva. Consultamos a los vivos, no a los muertos, al tomar una decisión importante. Invitamos a pasar un tiempo junto a los vivos no a los muertos.

¿Sabes? Hoy muchas personas me tratan como si estuviera muerto. Dicen con los labios que creen en mi resurrección, muchos de ellos se dicen cristianos, seguidores míos, pero para ellos no soy más que un personaje del pasado, una persona que quizá fue buena y ayudó a otros hace mucho tiempo, pero que ahora no pude hacer nada. Eso me lastima. Me tratan como si estuviera muerto. No se dan cuenta que siempre estoy a su lado. Son como mis discípulos que, aunque se los dije muchas de veces, no terminaban de creer que yo estuviera vivo y me trataban igual que muchas personas hoy en día.

ESTOY VIVO. Date cuenta de que te amo y puedo – y quiero hacer – mucho bien por y en ti. Déjame entrar en tu vida, mira que estoy vivo.

Atte. Jesús

«La oración humilde del hijo, que nosotros podemos hacer, es: “Padre, atráeme hacia Jesús; Padre, condúceme a conocer a Jesús”. Y el Padre enviará al Espíritu a abrir nuestro corazón y nos llevará hacia Jesús. Un cristiano que no se deja atraer por el Padre hacia Jesús es un cristiano que vive una situación de huérfano; y nosotros tenemos un Padre, no somos huérfanos. Hay que dirigirse al Padre como nos enseñó Jesús —“Padre nuestro, que estás en el cielo…”— y pedir la gracia de ser atraídos hacia Jesús».
(Homilía de S.S. Francisco, 19 de abril de 2016, en santa Marta)

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy buscaré involucrar a Jesús en mi vida cotidiana, preguntándole cómo actuaría Él en mi lugar en cada situación.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Comparte: