vida eterna flor de la esperanza

Sábado 24 de noviembre de 2018 – Pues ya no pueden morir.

Santos Andrés Dung-Lac, presbítero, y compañeros, mártires

H. Jose Torres, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que dé testimonio con mi vida de tu misericordia.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-40
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?”.
Jesús les dijo: “En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.
Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”.
Entonces, unos escribas le dijeron: “Maestro, has hablado bien”. Y a partir de ese momento ya no se atrevieron a preguntarle nada.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Qué gran verdad nos anuncia Cristo en este Evangelio; sabemos, por la fe, que después de la muerte terrenal, luego de pasar por este valle de lágrimas ya no podremos morir. Una vez en el reino celeste no hay más posibilidad de muerte porque Cristo, con su pasión muerte y resurrección, ha vencido la muerte; nos ha dado la vida eterna.

Reflexionemos en este don y misterio tan grande que es la vida eterna. ¿Cómo nos estamos preparando? ¿Tenemos una fe firme en que Cristo nos espera para vivir en la alegría y el Amor que no tiene fin? Pongamos hoy en nuestra oración a todas aquellas personas que se han alejado de la fe, todos aquellos que, por uno u otro motivo, dejaron marchitar la flor de la esperanza; pidamos muy desde el fondo de nuestro corazón por ellos para que, por intercesión de María santísima, puedan volver a ver la luz de la fe y sentir el resplandor del amor de Cristo Jesús.

«No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos están vivos», así finaliza las palabras de Jesús, quizás es un buen momento para preguntarme ¿yo estoy vivo en mi amor a Cristo, a la Iglesia, al papa, a María? Cómo es mi amor al prójimo yo soy un hijo de un Dios vivo, creo firmemente que Jesús está realmente presente en la eucaristía. Él es un Dios vivo, un dios de vivos, es por eso que tenemos que hacer valer este don tan grande de la vida, aprovechemos al máximo este tiempo que tenemos para hacer la voluntad del Padre al igual que Jesús que no tenía otra meta que hacer la voluntad de aquel que le envió. Es Jesús vivo y vivificante que pasa cerca de nosotros para darnos la vida, pero en abundancia que nos abraza y nos dice al oído, «sígueme».

«Esta esperanza, que la Palabra de Dios reaviva en nosotros, nos ayuda a tener una actitud de confianza frente a la muerte: en efecto, Jesús nos ha mostrado que esta no es la última palabra, sino que el amor misericordioso del Padre nos transfigura y nos hace vivir en comunión eterna con Él. Una característica fundamental del cristiano es el sentido de la espera palpitante del encuentro final con Dios. Lo hemos reafirmado hace poco en el Salmo Responsable: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?”. Son palabras poéticas que expresan de manera conmovedora nuestra espera vigilante y sedienta del amor, de la belleza, de la felicidad y de la sabiduría de Dios.»
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de noviembre de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy ofreceré algún sacrificio por las personas que me pidieron oraciones.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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