Sábado 24 de septiembre de 2022 – «La cruz es de talla única»

Javier Castellanos, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por todo lo que me has regalado: un nuevo día, las fuerzas para vivirlo, la fe para darle un sentido…tantas y tantas cosas que tu amor ha derramado en mi vida. Gracias, también, por enseñarme a afrontar los momentos difíciles de soledad y sufrimiento. Ayúdame a aprender las lecciones de tu cruz, para que sepa cómo tomar la mía.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 43-45

En aquel tiempo, como todos comentaban, admirados, los prodigios que Jesús hacía, éste dijo a sus discípulos: “Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”. Pero ellos no entendieron estas palabras, pues un velo les ocultaba su sentido y se las volvía incomprensibles. Y tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Señor Jesús, la cruz siempre es un misterio. Ayúdame a comprender un poco más tu mensaje, para poder seguirte mejor por el camino que Tú quieras guiarme; permíteme preguntarte sin miedo…

La cruz está presente en la vida de todo cristiano. Cristo fue claro sobre esto y conviene pensarlo con frecuencia. Sólo así se puede descubrir el tesoro que la cruz lleva escondido, y sacar fruto de ella. Más aún, el dolor es una realidad que toca todo hombre. Y por eso la mejor actitud no es huir del sufrimiento, sino darle un sentido, un valor.

No se trata de entender con razones frías y duras; darle sentido al sufrimiento significa tener un motivo para abrazar la cruz, incluso si la mente no comprende muchas cosas. Y si es difícil entender la propia cruz, ¡cuánto más se dificulta entender el dolor de los seres queridos! Porque, en el fondo, el sufrimiento es algo muy propio, algo que se lleva dentro del corazón, hecho en cierto sentido a la medida de cada persona. Muchas veces lo único que se puede hacer es simplemente compadecer, es decir, sufrir al lado de quien sufre, darle nuestra compañía y apoyo en esa prueba tan personal.

¿Por qué Cristo tenía que ser entregado y sufrir? En cuanto Dios, no le corresponde ninguna cruz y, sin embargo, en cuanto hombre quiso tomar el peso más grande, la cruz más difícil. Se hizo prójimo de nuestro sufrimiento y Él también pidió una talla de cruz, la talla en la que todas nuestras pequeñas cruces cupieran juntas. Porque el gran tesoro que Cristo vino a traer es la redención.

La cruz está hecha a una talla personal, pero con Cristo y gracias a Él podemos tomar un poco de otras tallas, de otras cruces. Y conforme escogemos libremente hacer crecer nuestra cruz, vemos que nuestro corazón también crece de talla para amar más y recibir más amor.

«Y a Jesús este ‘trabajo’ con los discípulos le costó mucho tiempo porque ellos no entendían bien. También nosotros tenemos que pedirle a Él que nos enseñe este camino, esta ciencia de saber servir, esta ciencia que es ser humildes, esta ciencia que es volverse los últimos para servir a los hermanos y hermanas de la Iglesia. Que feo es ver a un cristiano, sea laico, consagrado, sacerdote, obispo, cuando se ve que busca dos cosas: seguir a Jesús y a los bienes, seguir a Jesús y al mundanismo. Esto es un anti-testimonio que aleja a la gente de Jesús».
(Homilía de S.S. Francisco, 26de mayo de 2015, en Santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré un pequeño sacrificio en la comida, ofreciéndolo por aquellos seres queridos que sufren.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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