Sábado 29 de febrero de 2020 – De enfermo a enfermero.
H. Sergio Rodríguez L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te pido que te hagas presente en mi vida y, de forma especial, en este momento de oración. Ayúdame a escuchar tu palabra, a interiorizar tu mensaje y a predicar tus enseñanzas con el ejemplo de mi vida cristiana, para ser así, un fiel colaborador en la extensión de tu reino. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 5, 27-32
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano, llamado Leví (Mateo), sentado en su despacho de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y los siguió.
Leví ofreció en su casa un gran banquete en honor de Jesús, y estaban a la mesa, con ellos, un gran número de publicanos y otras personas. Los fariseos y los escribas criticaban por eso a los discípulos diciéndoles: “¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?” Jesús les respondió: “No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Este pasaje del Evangelio está dividido en dos momentos. El primero es el encuentro de Leví con Jesucristo. Él era un publicano, un enfermo espiritual, pero su respuesta inmediata a la invitación del Señor muestra un aspecto especial de su corazón, pues, aunque vivía en las riquezas, no estaba totalmente apegado a ellas. Leví fue capaz de dejar de lado las cosas materiales, para dejarse interpelar por la voz y la mirada del Señor. Esto transformó radicalmente su vida.
Una persona que tiene una experiencia profunda de Jesucristo no vuelve a ser la misma. De esta manera se presenta el segundo momento del Evangelio; en este Leví pasa de ser enfermo a ser el enfermero que ayuda al médico a tocar las vidas de otros enfermos «Leví le ofreció en su casa un gran banquete, había un gran número de publicanos». La experiencia que Leví tuvo del amor de Jesucristo, no solo le llevo al agradecimiento sino también a la acción.
Esta es la vocación y misión a la que como cristianos estamos llamados. Primero a dejarnos interpelar por el amor de Jesucristo para, después, compartirlo con los demás, conscientes de nuestra miseria, pero también de la grandeza y misericordia del Señor.
«Es imposible ser discípulo misionero solos; necesitamos de los demás para poder vivir y compartir el amor y la confianza que el Señor nos tiene. El encuentro personal con Jesús es irremplazable, pero no en solitario sino en comunidad. Es cierto que solos podemos hacer cosas grandes, sí; pero juntos podemos soñar y comprometernos con cosas inimaginables. Vavy lo ha expresado con claridad. Estamos invitados a descubrir el rostro de Jesús en el rostro de los demás: celebrando la fe en familia, creando lazos de fraternidad, participando en la vida de un grupo o movimiento y animándonos a trazar un camino común vivido en solidaridad. Así podremos aprender a descubrir y discernir los caminos que el Señor nos invita a recorrer, los horizontes que tiene para vosotros: Pero ¡nunca aislarse o “querer estar solos”! Esa es una de las peores tentaciones que podemos tener.»
(Discurso de S.S. Francisco, 7 de septiembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor Jesús, gracias por salir al encuentro en mi vida, por ser el médico de almas que siempre está dispuesto a curar y transformar mi corazón y fortalecer mis debilidades. Ayúdame a ser cada vez un mejor apóstol, para poder acercar a otros a Ti, de manera que ellos también puedan tener la experiencia transformadora de tu amor.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Llamar o enviar un mensaje de motivación a algún conocido que esté pasando por alguna dificultad en la vida, especialmente en un aspecto espiritual.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.