Sábado 30 de marzo – Todo es por gracia de Dios.
H. Edison Valencia, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Padre, concédeme la gracia de sentirme hijo tuyo y sentir al mismo tiempo que Tú eres mi Padre.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por buenos y despreciaban a los demás:
“Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.
Pues bien, Yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muchas veces cuando entro a la capilla, me gusta hacer este gesto que hizo el publicano, me quedo hasta atrás y le digo al Señor: Padre, perdóname por todas las veces en las que no te he amado y he preferido mis propios gustos a los tuyos. Sólo quien en la vida se sabe pequeño Dios le hará grande; quien se sabe comportar como hijo, el Padre le dará su herencia; quien es dócil, Dios le enseñará los caminos más seguros. Es ésta, una gracia realmente maravillosa y debemos pedir incesantemente, a Dios nuestro Señor, no ser arrogantes por los dones recibidos, sino sencillos y que nos ayude a comprender que estos regalos nos los da, aunque nosotros le hayamos ofendido con nuestros pecados.
Es cierto que muchas veces nos comportamos como el fariseo, arrogante, erguido por ser un hombre con «tantas cualidades y dones», pero es tanto su egoísmo, que se permite hacer el ayuno, no por Dios, sino por él, para que le vean; paga el diezmo, pero no con pureza de corazón; no roba, no es adúltero, no es injusto… pero se ha olvidado de una cosa, que Cristo vino por los enfermos del alma y los pecadores, y no por los sanos y los que no necesitan de cura espiritual.
Queridos hermanos, nosotros no tenemos que hacer nada para sentirnos más o menos amados por Dios, puesto que Él ya nos ha amado desde toda la eternidad; solo quien se sabe amado y pequeño, puede corresponder con amor y grandeza de lo que es, un hijo de Dios.
«La Biblia también nos da testimonio de oraciones inoportunas, que al final son rechazadas por Dios: basta con recordar la parábola del fariseo y el publicano. Solo este último, el publicano, regresa a casa del templo justificado, porque el fariseo era orgulloso y le gustaba que la gente le viera rezar y fingía rezar: su corazón estaba helado. Y dice Jesús: éste no está justificado “porque el que se ensalza será humillado, el que se humilla será ensalzado”. El primer paso para rezar es ser humildes, ir donde el Padre y decir: “Mírame, soy pecador, soy débil, soy malo”, cada uno sabe lo que tiene que decir. Pero se empieza siempre con la humildad, y el Señor escucha. La oración humilde es escuchada por el Señor.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 5 de diciembre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Que pueda hoy hacer un acto de humildad delante de Dios Padre, sabiendo que soy su hijo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.