Sábado 30 de octubre de 2021 – «Los humillados serán enaltecidos»
H. Iván Virgen LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, déjame ocupar el puesto que tienes para mí, que no busque ni el mayor, ni me atribuya uno menor del que me tienes pensado. Ayúdame a comprender que la dignidad no viene de dónde sentarse, sino de sentarse contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 14, 1-7.11
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: ‘Cédele el puesto a éste’. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Humanamente todos tenemos un anhelo de ocupar un puesto prestigioso. También, cuando vamos a ver a una persona importante en alguna conferencia o concierto, aun cuando nos perdemos en la anonimidad de la multitud, buscamos cualquier oportunidad para sentirnos mirados particularmente por aquella persona, buscamos sentirnos diferentes. Recuerdo muy bien que una vez, cuando nos invitaron a comer en una parroquia con un cardenal, un amigo se sentó a la derecha del prelado. Este amigo tenía buena intención, pero había cometido un error al sentarse en el lugar que no le correspondía. El cardenal le dijo que ese lugar era para el párroco…
Con Jesús no hace falta buscar una señal que nos haga particulares, ni hace falta buscar un puesto especial para sentirse reconocido. Él está siempre cerca de nosotros, es más, Él habita y llena nuestro corazón y bien sabe nuestra valía. Sin embargo, hay un detalle que sí le gusta que tengamos. Este detalle es no buscar la vanagloria, el reconocimiento, tratar de pasar por encima de los demás para auto asegurarnos. Él nos invita a ocupar un puesto humilde para invitarnos con su amor a ocupar el puesto más cercano a su Corazón pues sólo los humildes pueden acceder a él.
«Estas personas están pegadas al interés de tal forma que caen en una esclavitud del espíritu y son incapaces de entender la gratuidad de la invitación. Pero si no se entiende la gratuidad de la invitación de Dios, no se entiende nada. La iniciativa de Dios, de hecho, es siempre gratuita: para ir a este banquete, ¿qué se debe pagar? El billete de entrada es estar enfermo, es ser pobre, es ser pecador. Precisamente este es el billete de entrada: estar necesitado, tanto en el cuerpo como en el alma. Y por necesitado se entiende necesidad de cuidado, de curación, tener necesidad de amor. Aquí se ven dos actitudes. La de Dios es siempre gratuita: para salvar Dios no pide pagar nada, es gratuito. Y también decimos la palabra, un poco abstracta “universal”, en el sentido de que al siervo el jefe “airado” le dice: «Sal inmediatamente a las plazas, a las calles de la ciudad y conduce aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos». En otra versión de Mateo, el dueño dice: «Buenos y malos: todos, todos», porque la gratuidad de Dios no tiene límites: todos, Él recibe a todos». (S.S. Francisco, Homilía, 7 de noviembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a ceder a otro algún privilegio como una forma de humildad, confiado en que valgo por el amor de Jesús y no por la dignidad que busco ganar. Este privilegio puede ser ceder la palabra, el pase en el tráfico, etc.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.