protagonistas permite que Cristo te transforme

Sábado 4 de agosto de 2018 – La contraseña para ser santos.

San Juan María Vianney, presbítero

H. Rogelio Suárez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, ilumina mi oración, dame la sabiduría, la docilidad y la fortaleza para saberte dar, siempre, el lugar que te corresponde en mi vida y actuar siempre como Tú lo harías.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 14, 1-12
En aquel tiempo, el rey Herodes oyó lo que contaban de Jesús y les dijo a sus cortesanos: «Es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas».

Herodes había apresado a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, pues Juan le decía a Herodes que no le estaba permitido tenerla por mujer. Y aunque quería quitarle la vida, le tenía miedo a la gente, porque creían que Juan era un profeta.

Pero llegó el cumpleaños de Herodes, y la hija de Herodías bailó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que le pidiera. Ella, aconsejada por su madre, le dijo: «Dame, sobre esta bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».

El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por no quedar mal con los invitados, ordenó que se la dieran; y entonces mandó degollar a Juan en la cárcel. Trajeron, pues, la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre.

Después vinieron los discípulos de Juan, recogieron el cuerpo, lo sepultaron, y luego fueron a avisarle a Jesús.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«Conviene que Él crezca y que yo disminuya» (Jn 3.30) en esta frase se resumen la vida y misión de San Juan Bautista y de san Juan María Vianney a quien celebramos hoy.
Sus vidas de silencio y de humildad, les dieron pie para ir dejando que fuese Cristo quien se encarnase en ellos, pues sabían que el importante era Cristo. Ellos solo buscaban que Cristo resplandeciera en sus vidas.
No buscan ser protagonistas, aún con todo lo que hacen por todas las personas que se acercan a ellos. Su meta es que los demás vean a Cristo, que Él sea el verdadero protagonista en sus vidas y en las de los demás. Ellos son grandes porque dejan que Cristo se hiciera grande en ellos.
Al igual que estos santos, debemos de dejar que Cristo sea el verdadero protagonista en nuestras vidas. No permitamos nada que haga que Cristo pierda el lugar que le corresponde, que se venga a menos. Que todas nuestras acciones sean para dejar que Cristo actúe y se desarrolle en plenitud para llegar a ser lo que verdaderamente Dios quiere para nosotros.
No impidamos que la gracia de Dios nos transforme y nos haga ser unos grandes santos a su imagen y semejanza, pues solo seremos santos en la medida en que dejemos que Cristo crezca en nosotros a lo largo de nuestro día, y de toda nuestra vida.

«¿Qué haría Cristo en mi lugar? Esa es la contraseña, esa es la batería para encender nuestro corazón y encender la fe y encender la chispa en los ojos que no se les vaya. Eso es ser protagonistas de la historia. Ojos chispeantes porque descubrimos que Jesús es fuente de vida y de alegría. Protagonistas de la historia, porque queremos contagiar esa chispa en tantos corazones apagados, opacos que se olvidaron de lo que es esperar; en tantos que son “fomes” y esperan que alguien los invite y los desafíe con algo que valga la pena. Ser protagonistas es hacer lo que hizo Jesús. Allí donde estés, con quien te encuentres y a la hora en que te encuentres: ¿Qué haría Jesús en mi lugar?»

(Homilía de S.S. Francisco, 17 de enero de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscar un tiempo para estar con Jesús Eucaristía, para contemplar todo su amor por ti, agradecerlo y pedirle la gracia de que Él crezca cada vez más en ti.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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