Sábado 9 de julio de 2022 – «No tengáis miedo»
Iván Virgen, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, quiero dar testimonio de ti, que todos conozcan tu bondad y tu Misericordia, especialmente aquellas personas que piensan que eres un Dios indiferente y ajeno a nuestra situación. Qué todos descubran que tienes cuidado hasta del más tierno gorrión y lo tienes hacia nosotros con creces, nosotros tus hijos.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10,24-33
En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuanto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que pueda destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros, hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Ponerse delante de los hombres para testimoniar a Cristo es la cosa más noble que se puede hacer en la vida. Mientras que tantas personas alegan la existencia de un Ser superior, organizador de todo cuanto existe, pero lejano y ajeno, hoy contemplamos uno que se pone de nuestra parte. En efecto, incluso filósofos como Aristóteles lograron concebir la existencia de un ser superior, una especie de dios relojero que hacía su obra maestra y luego se echaba a dormir. Lo que pocos concibieron fue la idea de un Dios que nos cuida, al que le interesamos. Este es el Dios Padre de Jesús, quien cuenta los cabellos de nuestra cabeza. Nos ama, le importamos y esto es lo más importante. De aquí la belleza de dar testimonio de este amor. Por el bautismo somos uno con Cristo, una sola cosa, de tal manera que no nos podemos presentar ante los demás como algo ajeno a Cristo. Negarlo ante los hombres es ilógico, no tiene sentido. Por eso Cristo afirma con fuerza este llamado a testimoniarlo, incluso lo hace con un tono un poco duro “yo también lo negaré ante mi Padre del cielo». Sin embargo, lo hace porque nos ama, porque le interesamos. De lo contrario, ni se molestaría en hacérnoslo saber.
Eres amado, eres valioso. No te olvides de ello.
«Y será el discipulado el que nos dará la libertad: el discípulo es un hombre libre porque permanece en el Señor. Y ¿qué significa “permanece en el Señor”? Dejarse guiar por el Espíritu Santo. El discípulo se deja guiar por el Espíritu, por eso el discípulo es siempre un hombre de tradición y novedad, es un hombre libre. Libre. Nunca sujeto a ideologías, a doctrinas dentro de la vida cristiana, doctrinas que pueden discutirse… permanece en el Señor, es el Espíritu el que inspira. Cuando le cantamos al Espíritu, le decimos que es un huésped del alma (cf. Himno Veni, Sancte Spirítus), que habita en nosotros. Pero esto, sólo si permanecemos en el Señor». (S.S. Francisco, Homilía del 1 de abril de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Agradeceré a Dios los detalles de cuidado que tiene conmigo, como el trabajo, familia o cualquier otra realidad que perciba como un don de Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.