«Compartir la experiencia de tener a Dios en nuestros corazones es algo que nos vivifica»
Colaboradores del Colegio Cumbres de Medellín dan un día por los demás
«Me siento agradecido con Dios por haberme brindado la oportunidad de conocer a las personas sin hogar más de cerca, y de darme cuenta de que en cada una de esas almas Cristo está presente de una forma misteriosa». Así expresa Harold Cano la experiencia vivida junto con otros 200 colaboradores del Colegio Cumbres de Medellín en la jornada misionera «un día por los demás», llevada a cabo durante la semana de desarrollo institucional, en la cual, divididos en cuatro grupos, tuvieron la oportunidad de llevar la Palabra de Dios a una zona rural de la ciudad con grandes carencias humanas y económicas, de visitar un hogar de madres adolescentes, de servir en una residencia para adultos mayores y de realizar labores de cocina y de limpieza en un comedor comunitario para personas sin hogar. Para cada uno de los participantes la misión fue diversa, pero trasformadora.
«Compartir la experiencia de tener a Dios en nuestros corazones es algo que nos vivifica», asegura Claudia Elena Velásquez, asistente de recursos humanos, quien tuvo la oportunidad de «llevar un poco de la bondad de Dios» a diversos hogares del corregimiento de Palmitas.
Yazmid Londoño, líder de convivencia del Preescolar, compartió su día con madres adolescentes y esto fue lo que compartió: «Pude darme cuenta de la problemática y necesidades que viven muchas niñas de esta ciudad, y cómo solo la escucha y palabras edificantes hacen que sientan que son queridas y que cuentan con una sociedad que las quiere ayudar».
Para Nátaly Gómez Müller, head teacher de Inglés, este día dedicado a los adultos mayores le dejó una gran lección: «Llegué con mucho temor, mucha expectativa de lo que me iba a encontrar y terminé por darme cuenta de que lo único que tenía que hacer era escuchar, ni pensar mucho, ni planear mil actividades, solo con disponerme para escuchar de corazón a esos ancianos era suficiente».
Y es que muchas veces, un pequeño acto de amor hace la diferencia. Así lo experimentó Harold Cano, asistente de papelería del Colegio, sirviendo a aquellos que nadie ayuda y, por diversas circunstancias, viven en la calle: «Me siento agradecido con Dios por haberme brindado la oportunidad de conocer a las personas sin hogar más de cerca, y de darme cuenta de que en cada una de esas almas Cristo está presente de una forma misteriosa. También, me parece muy valiosa la determinación de las personas que se entregan desinteresadamente por el más necesitado. Quedo con la convicción de que debo volver de cuenta mía a aportar mi granito de arena para darle cumplimiento al mandato divino».