Un mandamiento, el mandamiento principal (Jn 13,31-35)
Evangelio: Juan 13,31-35
Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros».
Fruto: Hacer práctico con hechos concretos el mandamiento del amor cristiano. El mandamiento principal.
Pautas para la reflexión
Este Evangelio podría parecer que no concuerda con el tiempo litúrgico que estamos viviendo, el tiempo pascual. En lugar de una aparición de Cristo resucitado, estamos ante un momento de la Última Cena; sin embargo, es un momento clave: el Señor nos da su principal mandamiento, la piedra clave para mantener en pie nuestro edificio de la vida cristiana y de la Iglesia.
1. Os doy un mandato
Cristo no aconseja vivir este precepto; lo o hace un mandamiento. No se trata de un buen consejo, un añadido a la vida cristiana que enseña. No. Él habla de mandato, y usa el tiempo verbal propio de esta acción: el imperativo. Podríamos traducir este «amaos» como «debéis amaros», «tenéis la obligación de…». Cristo no habla de consejo sino de mandato, de su principal mandato.
2. Amaos los unos a los otros
¿Y por qué nos da Jesús este mandato? Entenderlo a fondo sería entender a Dios, y esto no es asequible a nuestra naturaleza. Pero sí podemos encontrar varias razones interesantes. La primera y principal: Dios es nuestro Creador, quien nos ha hecho de la nada y nos mantiene en la existencia por puro amor. ¿Le vamos a quitar el derecho de ser nuestro Dios y Señor? Además, este mandamiento responde a nuestra misma naturaleza humana: El hombre vive para amar y ser amado, se realiza a sí mismo precisamente amando, dando y recibiendo amor. Por tanto, el precepto del amor es muy cercano a nuestro modo de ser; necesitamos amar, y Cristo lo único que hace es evidenciar con claridad esa exigencia profunda de nuestro ser.
3. La medida del amor
En el Antiguo Testamento ya figuraba el mandamiento del amor. De hecho, cuando un escriba le pregunta a Jesucristo por el principal mandamiento, Él le devuelve la pregunta, y el escriba responde citando la ley, el libro del Éxodo. La novedad de estas palabras de Cristo está en el modelo que debemos seguir: «Amaos… como yo os he amado». Y su amor, en palabras de San Juan, es un amor total, sin límites, hasta el extremo. «Habiendo amado a los suyos…. los amó hasta el fin». No basta con amar a nuestro «próximo», al que está cerca de nosotros, en nuestra familia, en nuestras ideas y modo de pensar… No sirve el amar a aquel que me cae bien, a aquel con que me aprecia… Hay que ir más allá.
Propósito: Cada día de esta semana tendré un detalle de amabilidad con quienes me rodean.
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