Un tiempo de preparación (Lc 21,25-28.34-36)
Evangelio: Lc 21,25-28.34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneos en pie ante el Hijo del hombre».
Fruto: Empezar a preparar la venida de Jesús para la ya cercana Navidad.
Pautas para la reflexión:
Son palabras terribles las que leemos en este Evangelio. Anuncio de destrucción, angustia, estruendo… Pero encontramos también una frase muy consoladora: Cuando empiecen a suceder estas cosas alegraos; se acerca vuestra liberación. ¿Qué tienen que ver estos vaticinios con el período de Adviento, que estamos por empezar?
1. Las tinieblas del mundo
Cuando encendemos el televisor en las noticias por lo general encontramos muchas noticias negativas: destrucción, guerras, terrorismo, asesinatos, violencia en las familias, accidentes… Si abrimos el periódico, la experiencia es muy semejante: muertes, corrupción, engaño, hambre, despidos de trabajadores… Parece que nos rodean las tinieblas, la oscuridad, el caos, como una especie de agujero negro que se traga los destinos del mundo, empujándonos cuesta abajo, de mal en peor. Muchos historiadores coinciden en describir el imperio romano de tiempos de Cristo de modo semejante: abundaba la violencia, la corrupción, el abuso, los hombres vivían sin sentido, sin un ideal. Sólo un motivo mantenía vivo y en tímido crecimiento el imperio: la necesidad de conseguir más esclavos para mantener el nivel de vida de los patricios, los ricos de aquel tiempo.
2. La luz brilla en las tinieblas
En medio de aquellas tinieblas, se hace realidad una profecía de Isaías: La luz luce en las tinieblas, esa Luz que viene del pueblito judío de Nazaret. La luz del Mesías, del Hijo de Dios hecho hombre, viene a iluminar esas densas tinieblas e incluso a nivel social, una sangre nueva empieza a brotar, la sangre del amor al prójimo, a todos los hombres, a cada hombre. Es tan significativo este hecho, ha cambiado tanto la historia de la humanidad que un número incalculable de gente considera ese evento como el año 0, el año que tuvo un antes y un después. Eso es lo que sucedió entonces. ¿Y hoy? Este hecho no ha pasado de moda, no tiene fecha de caducidad. Jesucristo vino entonces para traernos el amor de Dios y continúa entre nosotros. Vino para quedarse, para que cada hombre pudiese contemplar y experimentar su amor. Para recordarnos este amor, cada año vuelve a visitarnos de modo especial durante la Navidad. Se hace niño para entrar más fácilmente en nuestro corazón, para amarnos con corazón de hombre y mover más fácilmente nuestro corazón. Así es el amor de Dios.
3. ¿Cómo acoger mejor esa Luz? Con la oración
El período litúrgico que iniciaremos el próximo domingo nos recuerda precisamente que se acerca este gran momento de la Navidad, la fiesta de las fiestas. La Iglesia, Madre y Maestra, nos pone estas cuatro semanas de Adviento para que preparemos nuestro interior a este gran evento. Cuando sucede algo importante, una visita de una persona importante, unos juegos olímpicos…, las semanas y meses previos se viven de modo diferente: va a suceder un gran hecho, y hay que prepararlo adecuadamente. Unos juegos olímpicos, o unos mundiales, no se improvisan la tarde anterior a la inauguración. Sucede lo mismo con la Navidad. Este Día de los días, en el que la Luz viene a iluminar nuestras tinieblas tampoco se puede improvisar. Hemos de ir preparando nuestro corazón para acoger al recién nacido, para que no pase de largo porque estábamos despistados, comprando turrón o envolviendo regalos para nuestros hijos, nietos, padres o amigos.
Propósito: Dedicaré un momento de oración en el que pensaré qué puedo ofrecer al niño Jesús durante estas semanas de Adviento.