Una experiencia transformadora
Misiones en Calcuta
Calcuta, ciudad en la India, fue el destino que el Centro Valia (Centro universitario para la formación en ética, valores y responsabilidad social) escogió para realizar misiones humanitarias durante dos semanas este verano. Participaron 13 jóvenes universitarios entre 18 y 24 años junto con el P. Salvador Nuño, L.C., la consagrada Paulina Moriel y los laicos consagrados Alejandro Lara y Juan Enrique Montiel.
La misión consistió en apoyar en las casas de las Misioneras de la Caridad en Calcuta. El grupo ayudó en cuatro casas: Nirmal Hriday, es la primera casa de ayuda de santa Teresa de Calcuta donde se alberga a adultos en etapa terminal, Prem Dan, atiende a hombres y mujeres adultos con algún tipo de discapacidad, Daya Dan, hospeda niños y niñas huérfanos o abandonados y Shanti Dan, acoge niñas y mujeres con algún tipo de discapacidad o enfermedad.
Cada día iniciaba con la celebración de la misa a las 6:00 de la mañana en la casa madre de las Misioneras de la Caridad y finalizaba con adoración ante el Santísimo Sacramento.
Ayudar en las actividades ordinarias como lavar ropa y platos, dar de comer a los enfermos, apoyar con la limpieza de ellos y de las instalaciones, convivir con las personas y jugar con los niños, fueron las actividades que realizaron los misioneros.
Durante ese tiempo, los jóvenes vivieron una experiencia fuerte y exigente que les permitió contactar con la miseria humana. Los momentos compartidos entre los misioneros, la pasión por servir a las personas los enriqueció a todos y les dio la posibilidad de abrir el corazón.
Durante su estancia en Calcuta también tuvieron la oportunidad de visitar la casa para leprosos y la tumba de la santa madre Teresa de Calcuta, así como algunos monumentos y sitios de interés de la ciudad.
Al finalizar las misiones los jóvenes estuvieron en Nueva Delhi, Agra (Taj Mahal) y Jaipur.
María Jose Bulnes García nos cuenta su experiencia: “Mi viaje de misiones a Calcuta, es una aventura que no cambiaría por nada en el mundo. Hay tantas experiencias que quedaron plasmadas en mí, la que más recuerdo es el amor y la tranquilidad que irradiaban las misioneras de la caridad, nunca pensé que en una ciudad tan caótica se encontrará un lugar tan tranquilo en donde se siente a Dios. Recuerdo tanto el trayecto a la casa “Shanti Dan” porque era como un paseo exótico, donde los olores, costumbres, hábitos eran tan diferentes, que cada día aprendías más de lo que realmente es Calcuta. Por otro lado, la realidad tan dura a la que me enfrenté fue un boleto muy grande, porque yo estaba para servir plenamente en lo que me pidieran, pero muchas veces iba más allá de lo que estoy acostumbrada a ver o tocar.
Esta experiencia me ayudó a encontrar a Dios de una forma tan humana y real. Cambió completamente la perspectiva de las cosas, en cada acción que realizo está Dios, por más mínima que sea. Esta experiencia me llegó al límite. Me sacó completamente de mi zona de confort desde el día uno, con el calor excesivo, la comida, los olores, el cansancio, todo me ayudó a valorar lo afortunados que somos teniendo simplemente lo mínimo para vivir.
Regresé con el propósito de irradiar amor, y no solo como un sentimiento, si no con acciones, como las hermanas lo hacen, porque a pesar de que su trabajo es tan duro, ellas lo hacen con tanto amor y dedicación, que te trasmiten esa alegría profunda que viene de Dios, provocando que se te olviden todas las adversidades”.
Por su parte, Andrea Rangel nos comparte: “Calcuta me dio paz, me ayudó a reafirmar mi propósito de servir a las personas que me rodean. Mi experiencia me sirvió como un proceso de discernimiento personal, en el que encontré el sentido y rumbo al que quiero dirigir mi vida. Calcuta me ayudó a entender que Dios no pone un sueño en mi corazón que yo no sea capaz de cumplir. Esta experiencia fue una renovación espiritual, y me ayudó a fortalecer mi fe y relación con Dios”.