Una venida que hay que preparar (Mt 24,37-44)
Evangelio: Mateo 24,37-44
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de la casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Fruto: Empezamos el Adviento: ¿cómo puedo aprovechar estos días para prepararme mejor para la Navidad?
Pautas para la reflexión
Este domingo empezamos el tiempo litúrgico del Adviento, cuatro semanas en las que junto con la Iglesia esperamos una venida (eso significa la palabra Adviento). Durante este período resuena una palabra, una invitación: preparárense. Nos invitan a la vigilancia, pues si no estamos atentos, si no tenemos presente que va a venir alguien importante, nos olvidamos con facilidad de prepararnos. Para vivir con más provecho espiritual estos días, preguntémonos: ¿Quién viene? ¿Cómo me puedo preparar?
1. ¿Quién viene?
Parece una pregunta del catecismo que aprendimos cuando éramos pequeños: viene Jesús, y viene como un niño. Reflexionemos en esta verdad tan profunda. Jesús es Dios, ese Dios omnipotente y creador de todo, ese Dios que sacó el mundo de la nada, ese Dios que guió con mano fuerte al pueblo de Israel, un pequeño pueblo monoteísta rodeado de fuertes naciones politeístas. Ese Dios inmenso, que habló y por su palabra fue hecho todo. ¡Es Dios quien viene! La sencillez del misterio puede hacernos olvidar su grandeza. En ocasiones se mide la grandeza de un personaje por el número de personas que le esperan, por ejemplo, al llegar a un aeropuerto. Cuánto más importante es el personaje, más tiempo se prepara su venida, y más gente acude a recibirle. Los judíos, el pueblo elegido, llevaban años y años esperando la gran venida del Mesías. A ese momento tienden todas las hazañas de los patriarcas, todos los relatos de los libros históricos, todas las profecías. Era lo que motivaba al pueblo, el centro y motor de la historia. Alguien grande iba a venir, aunque no exactamente como ellos esperaban. Incluso hoy, ese momento sigue siendo el centro de la historia, el origen de nuestra cronología actual: reconocemos los acontecimientos hablando de antes de Cristo y después de Cristo. No se trata sólo de un convenio irrelevante, casual; refleja la centralidad de este hecho que conmemoramos en cada Navidad, la entrada del Verbo eterno en nuestro mundo.
2. ¿Cómo me puedo preparar?
Si es grande este personaje que va a venir la noche del 24 de diciembre, se impone un deber, por lo menos de justicia: tengo que prepararme para su venida. Como estamos hablando de una venida superior, una venida a mi corazón, la preparación no puede ser sólo poner un Belén y adornar la casa con algunas guirnaldas y luces; esos son gestos externos, también importantes, que nos ayudan a lo principal: preparar mi corazón. Cuentan que Teresa de Calcuta durante el Adviento ponía en la capilla de la casa de Calcuta una cuna vacía, y al lado una caja con pajas. Cuando alguna de las religiosas hacía un pequeño sacrificio, un acto de servicio a sus hermanas en religión o a los enfermos que atendía, después entraba en la capilla, cogía una paja de la caja y la ponía en la cuna; de este modo, cuando el día 24 por la noche colocara en la cuna al niño Jesús, encontraría una cuna acogedora, llena de las pajas y de los pequeños actos de amor de sus misioneras de la caridad. Ahí tenemos un ejemplo de cómo prepararnos: sirviendo a los que están a nuestro lado, padres, amigos, compañeros, y sirviendo también a los pobres que nos encontramos a lo largo del día. Tal vez encontremos a pobres materiales y seguramente encontraremos a muchos pobres espirituales, hombres que tienen sed de eternidad, personas que viven sin sentido su dolor diario, hombres o mujeres que se sienten profundamente solos en su existencia. ¡Qué gran bien podemos hacer a los demás simplemente con una sonrisa y una palabra de aliento! Esas serán las pajas que después encontrará el niño Jesús, cuando llegue a nuestro corazón la noche de Navidad.
Propósito: En un rato de oración, propondré a Jesucristo un acto de caridad para presentárselo como regalo el día de Navidad.
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